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domingo, 12 de mayo de 2019

SIN IMÁGENES

Olía a verano pero por un momento, el invierno vino y se lo llevó a más allá. 
Ricardo, un hombre con los genes amaestrados a la comodidad y sin culpas se quedó dormido para siempre. 
Tal vez pensaba que no lo habían comprendido nunca porque ya se sabe que cada humano se encierra en su verdad, aquella que ve, en la que cree y que nunca es única. Ricardo, el jefe, caprichoso a veces y cabezota, otras, no hizo ruido al quebrarse. No emitió  ni un sonido ni una queja.
Entre burbujas de agua y oxígeno, despegó de lo terrenal y por fin pudo respirar sin trabas ni ayudas externas. Por fin  habrá visto a todos esos santos a los que rezaba cada tarde.