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miércoles, 26 de enero de 2011
Nunca a la fuerza
Un día llegó a un bosque en el que nunca antes había estado, a decir verdad, llegó de casualidad, porque se extravió en el camino que la conducía a su casa. Cuando vio la majestuosidad de los árboles, la consistencia de los arbustos y el porte de las herbáceas, cuando pisó firme y sus pies se hundieron en una alfombra de esperanza, cuando en su cuerpo se enredaron los azules, amarillos, violetas, naranjas y blancos de las flores, cuando sus oídos se llenaron de cantos singulares y en su paladar estalló el sabor de una fruta roja, cuando se sentó y con sus manos pudo apreciar las mil y una textura presentes en las hojas, cuando descubrió que el aire tiene olor y canta, entonces no quiso volver sobre sus pasos hasta la encrucijada en la que había errado, por suerte, el camino.
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