De árboles y grandes avenidas se viste tu ciudad en esta tarde soleada. Apenas han quedado unas nubes en el horizonte y aunque el otoño está cayendo sobre los días, su luz, filtrándose por entre las hojas embellece sobremanera los álamos.
Conociendo tu ánimo sereno tu ciudad se me antoja bulliciosa a la vez que mágica por el amasijo de verdes que salpica el asfalto.
La fuente que me servía de referencia está hoy en silencio y sin luz, se quedó el agua cantarina en sus tubos de cobre, cosa que no detiene el bullir de la gente ni la aceleración de los automóviles que atraviesan impacientes la avenida.
Mientras recorro de punta a cabo la acera pienso en lo bien que se está cerca de ti.
No es la ciudad, no son sus fachadas ni sus parques, no son sus avenidas ni sus fuentes, es tu esencia que me invade y se apropia hasta de la hoja blanca desde la que escribo, trazando líneas que, sin remedio, hablan de ti. Ven a buscarme, no dejes que me vaya, tu ciudad es mi destino.
Escrito hace un mes
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