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lunes, 8 de octubre de 2012

CUMPLIENDO SUEÑOS

Decían las manecillas del reloj que era una tarde como otra. Se acomodó en su silla y abrió el libro por una página cualquiera. Le gustaban los libros que podía abrir por cualquier lugar porque nunca se sentía perdida y de algún modo, cada párrafo la llevaba al que leyó antes o le adelantaba algo del que estaba por venir.
Lo abrió con desgana porque aunque el reloj se empeñara en ser monótono, su corazón dictaba otro ritmo.
Puso toda su atención en las letras escritas pero aunque leyó y releyó el párrafo no llegó a conclusión alguna.
Detrás de ella un abejorro batía sus alas con desespero. Giró la cabeza y se dedicó a perseguirlo con la mirada.
Al insecto no le bastó colocar sus patas sobre la espléndida Gazania, ni se conformó con arrebatar los pétalos de una Begoña en su vuelo rasante. Insatisfecho y ansioso recorrió cada una de las flores impregnando sus patas de todos los pólenes posibles.
Abandonó su libro sobre la escalera y reclinó la cabeza sobre la silla playera. El sopor de la tarde la envolvió en un sueño espeso.
Soñó que la puerta se abría y un abrazo cálido cubría su piel. Soñó que abría los ojos y lo miraba de cerca, sonriéndole. Supo en el sueño que el sueño se había cumplido.
Despertó cuando sintió que la puerta se abría y fue corriendo a sus brazos. Le contó que mientras lo esperaba, había soñado con un insecto que sobrevolaba sus flores.
 Mientras la besaba, él retiró un pétalo rosado de su pelo.

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