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domingo, 8 de septiembre de 2013

TORMENTA DE VERANO

Sentado en su silla de diario contemplaba  las paredes  cuajadas de flores de su patio. Flores en lienzo y flores en tiesto, siempre flores.
No pensaba en nada y reflexionaba sobre todo.
Sus ojos semicerrados a la luz de mediodía evocaban todos los sonidos que ahora escuchaba y entonaba con dificultad.
Espesas nubes augurando tormenta  consiguieron que abandonara, a regañadientes, su palco privilegiado frente a aquellos pájaros coloridos de canto incansable.
Los truenos  revivieron la época en que trillaba la mies cuando aún era un niño. Truenos  precedidos de rayos fulminantes y quebrados,  capaces de calcinar la vida.
Antes de que hubiese abandonado el umbral, un aguacero violento mojó sus talones desnudos. Sentado tras los visillos miraba al cielo con respeto. El tiempo había mitigado su impaciencia de antaño.
En el transcurso de la tormenta evocó fechas y sucesos, repasó su devenir y se enfrentó a su presente.  La vida, ineludible y cruel, le había zarandeado sin piedad.

El arcoíris abriéndose paso por encima de la barandilla que días antes pintó de verde, coloreó su pelo níveo e iluminó sus mejillas. Su corazón suspiró y su boca esbozó una sonrisa.  No había porqué volver atrás, todo estaba en su sitio.

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