Durante mucho tiempo se sentó frente al televisor y pasaba las horas sin que pudiera conseguirlo, concentrarse en nada, quería decir.
Las noticias se sucedían una tras otra, noticias en la mayoría de los casos con un cierto olor a podrido a manipulado. Miedos y más miedos salían de la boca de los que conducían los informativos.
Después los deportes, que en realidad no lo eran tanto, lo que allí se plasmaba era la prensa amarilla o rosa de los deportistas, quería decir de los futbolistas. Si se teñían el pelo, si vomitaban en el campo, si tenían la novia cantante o modelo, si estaban o no embarazadas. En fin, un cúmulo de informaciones que para nada tenían relevancia.
¡Qué hablar del espacio dedicado al tiempo meteorológico! trombas, aguaceros, frío intenso, sol asesino, granizos como puños, nieve a destajo, alertas de todos los colores desfilaban por el mapa de la península mientras la mujer o el hombre del tiempo, mostraban su agilidad verbal con la pantalla virtual como telón de fondo.
Una tarde, a eso de las cuatro se levantó sin prisa, apagó todos los interruptores que mantenían encendido el aparato y dándole la espalda fue a sentarse al patio, entre sus flores.
Ni siquiera le hizo falta un libro, ni un cuaderno, ni un bolígrafo, eso sí, le hubiera hecho falta un beso por lo valiente que había sido rompiendo con la rutina de la vida común: dar la espalda a la televisión.
Sonriente
y satisfecha, dejó que la luz del sol la invadiera por completo. No había sensación más placentera que dejarse acariciar a la luz natural de la estrella que lejos de ser amenazante, mantenía la sonrisa del planeta en forma de pétalos coloridos.
Las noticias se sucedían una tras otra, noticias en la mayoría de los casos con un cierto olor a podrido a manipulado. Miedos y más miedos salían de la boca de los que conducían los informativos.
Después los deportes, que en realidad no lo eran tanto, lo que allí se plasmaba era la prensa amarilla o rosa de los deportistas, quería decir de los futbolistas. Si se teñían el pelo, si vomitaban en el campo, si tenían la novia cantante o modelo, si estaban o no embarazadas. En fin, un cúmulo de informaciones que para nada tenían relevancia.
¡Qué hablar del espacio dedicado al tiempo meteorológico! trombas, aguaceros, frío intenso, sol asesino, granizos como puños, nieve a destajo, alertas de todos los colores desfilaban por el mapa de la península mientras la mujer o el hombre del tiempo, mostraban su agilidad verbal con la pantalla virtual como telón de fondo.
Una tarde, a eso de las cuatro se levantó sin prisa, apagó todos los interruptores que mantenían encendido el aparato y dándole la espalda fue a sentarse al patio, entre sus flores.
Ni siquiera le hizo falta un libro, ni un cuaderno, ni un bolígrafo, eso sí, le hubiera hecho falta un beso por lo valiente que había sido rompiendo con la rutina de la vida común: dar la espalda a la televisión.
Sonriente
y satisfecha, dejó que la luz del sol la invadiera por completo. No había sensación más placentera que dejarse acariciar a la luz natural de la estrella que lejos de ser amenazante, mantenía la sonrisa del planeta en forma de pétalos coloridos.
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