Parecía que no había nadie. Todo estaba silencioso. Quizá fuera porque no había llovido lo suficiente durante el otoño y eso le hacía sentir como la sequedad se apoderaba de su cuerpo. Quizá fue por eso que
se deshizo de su espejo y se encerró en su casa para siempre.
¡Pobre caracol!
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