Se levantó
de un salto. No desayunó, ni se duchó. Tampoco
fue al trabajo.
Vació los
cajones de su mesita de noche y examinó
impulsivamente su escritorio.
Libros,
cuadernos y folios volaron por el aire y conformaron una alfombra extensa que
pisoteó sin pudor.
Ya en el
salón desvalijó literalmente las estanterías. Entre sus manos, las páginas se
movían tan deprisa, que las letras escritas parecían tener vida propia.
Su madre, que
la vio desbaratar el orden, sintió temor
y con ternura y palabras bien escogidas,
trató de disuadirla de su empeño.
Negó dos
veces, lenta, pausadamente. Sus ojos ausentes empleados en radiografiar cada
página no revisada.
Ignorando la
voz y su contenido, se zafó del abrazo
protector, para correr hacia el único lugar o explorado, una habitación vacía
de vida y repleta de estantes.
Sentada
delante de una caja con olor a madera húmeda escudriñó los viejos apuntes de Anatomía, Fisiología
y Estadística. Su corazón ralentizado y
su pelo encaneciendo por minutos.
A punto ya
de encontrarse cara a cara con la noche, su mejor sonrisa iluminó un renglón
del texto escrito.
Con letra pequeña
y singular, un TE QUIERO emborronado, colmó de felicidad su alma desvalorizada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario