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miércoles, 12 de octubre de 2016

TROCITO DE CIELO

Mira trocito, a través de tus ojos la vida se ve de otra manera. No sé, pausada y tranquila, sin sobresaltos.
A tu lado puedo respirar aún cuando el aire está viciado. A tu lado, aunque no haya pájaros, puedo escuchar su canto. Hasta las hormigas, a tu lado, caminan sin prisa en una fila larguísima y todas portan sus viandas porque tú se las has procurado. Ningún animal ni planta se sobresalta a tu paso porque saben que eres un hombre de bien y siempre, a tu lado están a salvo.
Mírame trocito y dime que has mirado la luna antes de dormir. Dime amor que no hay preocupaciones que te roben la paz y el sueño. Dime príncipe que no necesitarás ninguna espada para librar batallas imposibles. Dime, mi hombre de agua, que el sabor de mis besos se queda acurrucado en los pliegues de tu piel
también esta noche.
Dímelo amor, dímelo

domingo, 9 de octubre de 2016

AMANECER

No hacía falta abrir los ojos para sentir que estabas a mi lado. Las sábanas destilaban el olor a galleta dulce que tanto me gusta y que solo está presente cuando nuestros cuerpos intercambian amor.
No hacía falta abrir los ojos para saber que un día radiante se abría paso entre los blancos visillos de la alcoba.
No hacía falta abrir los ojos para ver el verde de los geranios en el alfeizar de la ventana.
Abrimos los ojos y nos miramos, estábamos tan cerca el uno del otro que podía asomarme a los tuyos y sentir como tú penetrabas mi alma.
El tractor, enfilando hacia el campo trató de sacarnos de nuestro letargo de sábado pero nuestra música es más potente que cualquier ruido callejero. E
ntrelazados, seguimos durante un rato contemplando el nuevo día con las pieles fundidas.

martes, 4 de octubre de 2016

LA VIDA

Llegó una apisonadora llamada enfermedad y lo dejó sumido en la desesperación. Sentado en su silla, la de siempre, esperaba que un platillo volante apareciera para escapar a un mundo sin medicinas.
Tanto lo deseó que una mañana de sol y pájaros, cayó desplomado, abandonándose a su suerte.
Llegó una apisonadora llamada muerte y me anunció su partida, y mi cabeza estalló, como una granada que se lanza contra un enemigo.
Cuando abrí los ojos vi que mi cuerpo seguía intacto pero mis alas se habían hecho trizas. El polvo que las hacía volar, su ingenuidad y su transparencia, todo se había quedado envuelto en aquel fango de desesperación y tristeza.
Salí a la calle y al primer paso, un miedo desconocido y perturbador me hizo regresar a casa.
Me miro en el espejo y no veo en mis ojos la luminiscencia de la luciérnaga. Mi cabello encanece por segundos y mi risa no quiere salir de su escondite.
El dolor recorre cada circunvolución de mi cerebro y, no se si es tan verdad o solo es un invento perfecto del inconsciente para seguir rememorando sus manos ásperas de trabajador incansable o tal vez lo que quiero es volver a la niñez y recuperar así su protección y su abrazo.
La muerte cruzó la calle, y como una apisonadora se lo llevó sin miramientos, sesgando la vida en la casa paterna. Si pudiera verte, papá, te daría un beso, solo eso.

lunes, 3 de octubre de 2016

¡VAMOS!

Escapémonos juntos, y corramos como si no tuviésemos edad ni huesos, y, como si fuéramos seres de luz y color alumbremos los campos y luego, lleguemos hasta el mar y  hagámosle compañía
 a las olas en su letargo nocturno.
Escapémonos juntos ¡ven! para ganarle la batalla a la cotidianidad. Para hacer desaparecer todos los obstáculos. Paremos todos los relojes ahora y nadie nos buscará, porque sabrán, por la estela de risa, que por fin lo hemos conseguido.