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martes, 24 de septiembre de 2019

DULCE ESCLAVITUD, AMARGA CONDENA


Mi primer contacto consciente contigo fue en una feria, me fascinó  la manera en que, dando vueltas, te transformabas dejando tu blanco inmaculado, para componer delicias de colores.
A escondidas disfrutaba de tu brillo cristalino, ni el mineral más perfecto podía hacerte sombra. Mamá nunca supo cuán enganchado a ti estaba hasta que una mañana, sin explicación posible, me desmayé.
Han pasado más de cuarenta años y sigo siendo tu esclavo. Mamá murió hace meses, ya nadie me vigila. Soy el yonky de las pastelerías y en mi despensa, los bollos industriales ocupan todas las estanterías. La comida precocinada es la reina de mi mesa y nunca faltan los helados.
Esta mañana mientras desayunaba, un programa de televisión te tenía como protagonista.  Los males que causas los tengo todos y los asumo, sin embargo, me he sentido defraudado al descubrir que tu blancura es una máscara que consigues a fuerza de muchos lavados con químicos.
Loco, lleno de rabia, he roto los azucareros, vaciado los estantes y derretido los helados. Ya no te quiero, me das asco y vergüenza.
Luego te he buscado ansioso, nervioso y al no encontrarte he llorado.
 Nunca voy perdonar que me sedujeras, eres una embaucadora.

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