Páginas

martes, 22 de septiembre de 2020

VOLAR SOBRE TACONES

 

N

 Nadie hubiera creído que en ese espacio de tiempo, pudiera haber vivido tantas situaciones distintas, sin embargo, su sonrisa frente al espejo de la zapatería y sus ojos vivarachos y alegres, decían que, efectivamente, las sensaciones vividas en esos instantes, eran casi imposibles de narrar.

Un día, caminando  por una ciudad colorida que sabía a mar,  se pararon frente a una zapatería y su amado le regaló unos zapatos de tacón. Eran tan bonitos que no pudo resistirse a que se los comprara, aunque su precio, por un momento, la detuvo, pero fue muy poco el tiempo de duda, porque en tan breve lapso de tiempo se vio de múltiples formas con aquellos zapatos que parecían sacados de un cuento. Soñó, con los ojos abiertos, que paseaba por las calles empedradas de ciudades llenas de historia y que se detenía frente a las murallas calibrando su antigüedad, mientras se contoneaba un poco, no para presumir, sino para que los tacones no se clavaran en las juntas, entre los adoquines.

Se vio también en una sala de baile, girando alrededor de un eje que atravesaba su cuerpo desde sus recién estrenados tacones hasta su coronilla. Vio como su falda de amplio vuelo, se agitaba con su movimiento mientras sus pies, incansables, jugaban a emular los pasos de una gran bailarina.

Tuvo otra visión bajando las escaleras de un gran teatro, donde unos asientos en primera fila los esperaba. Se vio sentada al lado de ese hombre que tanto la quería y que insistía constantemente en hacerle una fotografía porque la encontraba bella, se pusiera lo que se pusiera. Señal de que la quería de verdad.

No se los llevó puestos, porque ni su atuendo, ni las calles por las que paseaban, se prestaban a la
situación.

Pasó el tiempo y, un día, al abrir el armario, descubrió en una caja, tapada por otras muchas cajas, que aquellos zapatos que la transportaron a situaciones tan especiales se habían quedado allí, esperando una oportunidad. 

Los cogió como si tuvieran vida, se quedó mirándolos y, sin saber por qué, lloró. Quizá fuera porque interpretó aquella situación como un acto de resignación, ante la evidencia.

Nunca hubo bailes ni ciudades con historia y, ni siquiera hubo escaleras por las que descender hasta las primeras filas del teatro donde su amado le hubiera hecho una foto...fue por eso que, cuando dejó que todas las lágrimas cayeran a voluntad, respiró hondo y se alegró porque aquel hombre que tanto la amaba, al igual que ella, seguía esperando la oportunidad de fotografiarla con aquellos zapatos que dejaron impresa su sonrisa en el espejo de la zapatería. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario