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lunes, 19 de septiembre de 2011

CARMEN, LA DULZURA.

La primera vez la vi en una fotografía, sus ojos eran grandes y expresivos y una melena rubia caía por su espalda. Me pareció una chica muy guapa y me alegré al saber que esa expresión contagiaría a otros ojos más cercanos a mi sangre.
Luego la vi en persona, la belleza de la foto quedó empequeñecida al descubrir la ternura de sus gestos y la dulzura de su voz de timbrado andaluz.
Los inviernos no eran su estación preferida y tenía una tendencia a huir de las caminatas, las motos y los tacones, sin embargo, en primavera resurgía como la flor que era.
La he visto preocupada, risueña, llorosa y taciturna, la he visto con dolor y, con la entereza que da la madurez, la he visto aceptarlo y continuar poniendo un pequeño parche aquí y otro allá para hacer menos pedregoso el camino.
Ahora que sé que no está en su mejor momento he venido aquí, al lugar donde me reúno con los sensibles y los conjuro a todos a elevar una luz hacia el firmamento para obtener a cambio unas dádivas:
Que la ilusión y los sueños sean siempre coloridos en el corazón de Carmen.
Que la sonrisa sea único centinela de sus labios.
En esta noche y con brisa marina, elevo los ojos al cielo y perdida entre las estrellas, busco el talismán que ha de tornar la incertidumbre en certeza en la vida de la chica de voz dulce y cálida.

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