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jueves, 27 de octubre de 2011

BESOS Y MÁS BESOS

Hace ahora un mes que bailábamos en el castillo para culminar un bello día de cumpleaños ¿recuerdas? dejamos que los ratones se acostaran y decidimos utilizar la calabaza para hacer una sopa de verduras redondas. Cada día desde entonces hemos danzado al son de los avatares cotidianos, nos hemos acostado temprano para reponer energías, hemos extraído el humor de donde a veces no lo había para dar una chispa renovada a la vida, pero sobre todo, nos hemos besado: en las calles, en la semillería, en el coche y en el ascensor. Nos hemos besado al amanecer, antes de que el despertador nos diga que el día llega con toda su rutinaria retahila de tareas. Nos hemos besado en la sobremesa, para diluir el sopor que da la digestión y estremecernos con la chispa que eriza la piel y nos conmueve; nos hemos besado en la tarde, hoy por ejemplo, en una tarde preciosa de otoño, empañada como estaba por las cosas que a veces suceden y nos hacen ver que la vida es efímera, es por eso tal vez que nos hemos asomado a la naturaleza y allí hemos querido besarnos, contemplando un espléndido cielo salpicado de grises diversos, oscuros, claros e intermedios, en cada gris un blanco, un rosa o ambos y en cada rosa un blanco o un gris. Infinitas rayas horizontales difuminadas en la atmósfera de octubre, cubriendo la cima de la montaña. Cayendo en picado sobre el valle, el sol decía su adiós a un día plagado de inquietud y nosotros lo hemos despedido, como no, con un BESO.

ALGUIEN DIJO...

...Si llega la inspiración que te coja escribiendo y aquí estoy y estoy muchas veces, la verdad, porque entro y pongo dos palabras y luego me quedo en el limbo y en vista de eso, cierro la página ¿quiere salir realmente de la página? pues sí, eso es.
Al rato entre una tarea y otra abro la página de nuevo y coloco una frase que hasta me gusta pero después de la frase...nada de nada.
Pero si a mi lo que me gusta es escribir del tirón que ya lo saben los que me conocen, me gusta llegar, ver el folio en blanco y llenarlo en un momento de letras, que no sean inconexas las palabras, que haya un hilo conductor entre la primera y la última y en el medio un mensaje cifrado. Que todo esté lleno de símbolos.
A veces, cuando me sale realmente eso que es, lo que me gusta de verdad, pienso en esas personas entendidas que se ponen frente a un cuadro o analizan y estudian hasta la extenuación, textos, partituras y demás expresiones que algunos humanos ilustres dejaron en su momento, pienso en ello porque cuando leo las conclusiones que han sacado después de tan exhaustivo análisis, me río o mejor sonrío para mis adentros y me digo:
Qué sabrá la gente lo qué uno ha querido decir en cada momento, en el supuesto que haya querido decir algo, que eso es otra.
Cuando releo lo que he escrito, aquí en el blog o en cualquier otro sitio, aparecen los símbolos que solamente yo y aquellos con los que sostengo el hilo del que hablaba antes podrían entenderlo, podrían saber porque lo he puesto así, porque lo he dicho en ese momento. Dudo mucho que el día que mis escritos sean leídos por personas que no me conocen, éstas acierten a entender porqué utilizo un número o un color, porqué me embeleso con una melodía o porqué una palabra concreta puede hacer brotar en mis ojos una lágrima.
Cuando llegue la inspiración no se si estaré sentada pero desde luego estaré atenta para percibir su llamada, hilaré la historia y engarzaré los sucesos, será un collar valioso de cuentas preciosas talladas con detalles de la vida y de los sueños.

martes, 25 de octubre de 2011

UNA ODA A LA ESPERANZA

Hoy ya no es ayer y han ocurrido cosas que convierten el día en uno bien diferente al anterior pero lejos de entristecerme voy a cantar una oda a la esperanza para que el pijama azul hospitalario se transforme en el de cuadros de franela, para que la luz fluorescente sobre tu cabeza pase a ser de nuevo la lamparita de luz amarilla apenas cubierta con el pañuelo gris con rayas burdeos, para que las sábanas de recio algodón una y mil veces lavadas se cambien en pocos días por las tuyas de algodón suave y perfumado, para que los pasillos blancos recuperen el color del azulejo en el zócalo, para que el sonido de los pasos que se acercan desaparezcan dejándote escuchar la música compuesta por tus aves, para que la comida vuelva a servirse a las dos alrededor de una mesa redonda de mantel casero, para que vuelvas a tu casa restablecido y feliz. Para que nada perturbe tu sueño esta noche, entono esta oda a la esperanza y mientras cierras los ojos, te beso.

LA PRINCESA MARGARITA, LA PRINCESA DE MI INFANCIA

Margarita está linda la mar, y el viento, lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar; tu acento: Margarita, te voy a contar un cuento: Esto era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño de elefantes, un kiosko de malaquita, un gran manto de tisú, y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita, como tú.
Una tarde, la princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger. La quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla y una pluma y una flor. Las princesas primorosas se parecen mucho a ti: cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así. Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba, por la luna y más allá; más lo malo es que ella iba sin permiso de papá. Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del Señor, se miraba toda envuelta en un dulce resplandor. Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho? te he buscado y no te hallé; y ¿qué tienes en el pecho que encendido se te ve?». La princesa no mentía. Y así, dijo la verdad: «Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad».

Y el rey clama: «¿No te he dicho que el azul no hay que cortar?. ¡Qué locura!, ¡Qué capricho!... El Señor se va a enojar». Y ella dice: «No hubo intento; yo me fui no sé por qué. Por las olas por el viento fui a la estrella y la corté». Y el papá dice enojado: «Un castigo has de tener: vuelve al cielo y lo robado vas ahora a devolver». La princesa se entristece por su dulce flor de luz, cuando entonces aparece sonriendo el Buen Jesús. Y así dice: «En mis campiñas esa rosa le ofrecí; son mis flores de las niñas que al soñar piensan en mí». Viste el rey pompas brillantes, y luego hace desfilar cuatrocientos elefantes a la orilla de la mar.

La princesita está bella, pues ya tiene el prendedor en que lucen, con la estrella, verso, perla, pluma y flor. * * * Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar: tu aliento. Ya que lejos de mí vas a estar, guarda, niña, un gentil pensamiento al que un día te quiso contar un cuento.

RUBÉN DARÍO

sábado, 22 de octubre de 2011

SIEMPRE LO SUPE

Tendríais que haber venido a comer más días. Mañana es sábado y no haré patatas fritas con filetes, no es el plato que a mi más me guste y vosotros, ahora no estáis.
Al atardecer escucharemos la misma melodía y sus notas nos unirán a través del espacio. La misma luna, distinta luz. Reunidos en el universo nos daremos un festín compuesto de manjares y de besos. Os elevaré en un abrazo para salvaguardar vuestros pasos de los desperfectos del asfalto y de la vida.
Hoy me he quedado aquí, aunque vosotros os hayáis acostado... me he quedado aquí y os miro, con los ojos del corazón y también con él os beso.

viernes, 21 de octubre de 2011

CON LOS OJOS DEL CORAZÓN ( Homenaje a Benedetti)

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero cuando estoy lejos de las personas que amo, puedo ver sus rostros a través de los ojos del corazón. Tal vez sean ojos daltónicos y confundan las escalas de verdes, azules o rojos, quizá sean cortos de vista o estrábicos, a lo mejor no tienen unas bellas y espesas pestañas y pueden no aparecer enmarcados por unas cejas con personalidad, no sé si les ha pasado a ustedes pero yo siento cada día que los ojos del corazón son lo que abarcan un horizonte más amplio.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero los ojos de mi corazón lloran ante la nostalgia o la desdicha, lloran con la emoción de un bello sentimiento, lloran y se deshacen de sus lágrimas a través de las ventanas que, simétricamente, se abren al mundo en mi rostro. También sonríen, claro.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero cuando escucho la voz de mis hijos y sin necesidad de verlos, los ojos del corazón me alertan sobre sus estados de ánimo y desprenden chispas cuando ellos se mueven alegres y se encogen si están tristes.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero los ojos de mi corazón no entienden de edades y no distinguen entre la tersura o las arrugas de la piel, porque su mirada va de corazón a corazón atravesando distancias insalvables.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero aquí, en esta casa alejada de lo que siempre fue mi vida, los ojos de mi corazón contemplan la imagen de aquel a quién amo, envuelto entre sábanas y sueños comunicando a mi piel un arrebatador torbellino de sensaciones.
Es ya muy tarde, la hora de la vuelta a casa de Cenicienta, la hora de las brujas, la hora mágica y yo... ustedes pueden irse a dormir. Yo, me quedo... con los ojos del corazón alerta.

lunes, 17 de octubre de 2011

LA FUSIÓN DE LAS ALMAS

Se escapó del cuadro una flor de color rosa intenso y suspendida en el aire, recorrió toda la casa. Al verla atravesar los espacios con tanta facilidad dudé si se trataba de una pincelada o de un ser vivo y alado. A través de la ventana el sol brillaba tenue por encima de los tejados ocres y desgastados y el gallo de la casa de enfrente empezaba a ensayar para su concierto matutino. Miré las plantas que reposaban sobre el alfeizar y curiosamente aquella flor de gitanilla, tenía el mismo color fucsia que la pincelada huida que yacía en ese instante, sobre la tela estampada con círculos pasteles del sofá. Me acerqué sigilosamente para identificar sus rasgos, para saber si era una flor completa, si sólo era un pétalo o si como empezaba a pensar se trataba de un ser vivo alado de color idéntico al de aquellas flores que mi padre pintara sobre el basto lienzo.
De puntillas y descalza recorrí las baldosas heladas. No hallé nada donde segundos antes la vi reposando. Contrariada, me situé en el centro de la habitación y miré atentamente a un lado y otro. Arriba y abajo. En la lámpara y sobre la mesa. Nada, ni rastro del espectáculo aéreo del que poco antes había disfrutado. Sin ponerme aún los zuecos me acerqué hasta el lugar donde el cuadro en cuestión permanecía colgado, observé atentamente y de las tres flores originales dibujadas en aquel jarrón con la precisión de una mano esmerada, sólo dos se mantenían tan frescas y jugosas como el primer día, ni siquiera el polvo del tiempo había hecho mella en su belleza. Junto a ellas, una hoja caída ponía de manifiesto la huida de la tercera en discordia, la maravilla volátil que me tenía absorbida y encantada.
Un ruido rasgado y un golpe seco me hicieron girar la cabeza y posteriormente todo el cuerpo. En la pared de enfrente, portadora de la estampa de un lago en el que se podía adivinar la sombra de un sauce, obra de mi madre, estaba ocurriendo un hecho sorprendente: la flor, sin su hoja, se había lanzado al agua en un desenfrenado movimiento. La contemplé moverse como el pez más hábil por el espacio constreñido del lienzo, incansable y en repetidos movimientos fondeaba el lago y volvía de nuevo a la superficie. Pareció encontrar reposo en un espacio que separaba una roca de la orilla y entonces, se detuvo. Después de su inquieto y veloz recorrido recostó sus pétalos sobre la quietud del agua y exhausta ya, se dispuso, por fin, a disfrutar del paisaje. Nunca me fijé, mientras permaneció callada en el jarrón, en sus rotundos rasgos acuáticos.

miércoles, 12 de octubre de 2011

SER, ESTAR

Siempre que la necesites la encontrarás, a veces innecesariamente preocupada por todos, haciendo cábalas sobre cómo estará éste o aquella, organizando una cena de Navidad o estudiando el calendario de las fechas en las que hay que visitar a los especialistas, sean suyos o de sus seres queridos.
A veces, y como suele ocurrir, nada concuerda con lo que en su cabeza trajinó y entonces se levanta con el pie izquierdo, lo malo no es eso, lo peor es que ya no apoya el derecho en todo el día y entonces no vayas a opinar distinto cuando le hables porque seguro va a decir que le llevas la contraria adrede, que para eso la parieron piscis, cabezota hasta la muerte. Su razón la mejor razón, su pensamiento es, cómo no, el más válido pensamiento. Inamovible e incambiable dice que es su carácter, su marca de nacimiento, su idiosincrasia, su sello.
Generosa hasta el extremo, que ya se sabe que del tal palo...
Solidaria con las causas perdidas y cooperante con las rescatables.
Su pelo ensortijado de un pelirrojo algodonoso cubre su cerebro despistado y genial, en su entrecejo la herencia de un abuelo altanero imprime una marca severa en su rostro, incluso cuando sonríe. Su corazón le permite acoger y escuchar a todas las personas que depositan en ella su confianza, su inquietud, su alegría, su enfermedad, su dolor, su esperanza, su ilusión, su impotencia, su confidencia.
Si un día la conoces y le preguntas te dirá que no tiene hijos quizá porque no es consciente de que es la madre de todos los que la buscan para encontrar su abrazo y su palabra a tiempo.

domingo, 9 de octubre de 2011

ANTES DE DORMIR

Antes de irse a dormir ella cogía una silla de color rosa tipo sillón pero en miniatura y se la llevaba al cuarto de ellos para escuchar el último cuento del día, a veces se revelaba y quería que fuesen ellos dos los que se desplazasen hasta su cuarto, después de mucho tira y afloja consentía, pudiendo entonces comenzar la narración. Antes de eso ya habían jugado lo suyo sentados sobre aquel trozo de tela gigante que aún vive conmigo. Los click de famobil y los pin y pon, los potatos y los coches, el elefante sonoro y el hipopótamo de Dodot, los tapones de colores de los frascos de gel y champú, los pequeños pony de cola rosa-azulada, las cazuelitas, las muñecas, los animales de todo a cien, las canicas, las chapas y los cromos. Con todo querían jugar y a veces con nada jugaban. Durante un tiempo recogía una partida de ellos y al cabo de un mes sacaba la bolsa como si del día de Reyes se tratase ¡qué algarabía! ¡qué derroche de interés por lo que de pronto recobraba la novedad del primer día!
Después del cuento me obsequiaban con un beso y una frase, la misma que ahora pronuncio cada noche evocando sus rostros dormidos: TE QUIERO MUCHO Y ME VOY A DORMIR YA.

COLMADOS DE AMOR

Está la luna a punto de estallar de blancura, el cielo rebosante de estrellas, descansando, eso sí, después de la ajetreada noche anterior, cansadas de tanta expectación que provocaron y de tanto telescopio apuntando a su universo. Están las calles repletas de silencio, la estancia llena de música y aroma a sándalo... y mis oídos... desbordados de tus palabras no dichas, mi piel henchida de tus caricias y mis ojos salpicados del color de los tuyos.
Está la casa llena del aroma que rezuma tu piel y en la cocina, la silueta de tus labios estampa mil y un besos en mi cuerpo.
Sobre la encimera, los tomates tiñen de un rojo excitante las horas y en el patio, el cordel, imitándonos, mece las sábanas suavemente y con firmeza. En la habitación todo está lleno de luz, estando la luz apagada.

viernes, 7 de octubre de 2011

AFECTOS

Que no le tenían afecto, dijeron que era el problema, que era como un perrillo apaleado y no se fiaba de nadie. La verdad es que en la mirada tenía un cierto vacío de luz y estaba tan delgado como un galgo abandonado a su suerte. Famélico, con la piel cetrina directamente sobre el hueso y el pelo escaso. Sólo tenía doce años.
El caso es que una mañana se sentó en su pupitre y no profirió palabra, no hizo ningún ruido molesto y no interrumpió la explicación, tarea a la que dedicaba, normalmente, su tiempo con ahínco.
Lejos de decir nada el profesor siguió con sus explicaciones temiendo que de un momento a otro la bestia dormida despertara, pero no fue así, curiosamente y en vez de alegrarse, don Luis, se preocupó lo suficiente como para ponerlo en conocimiento del resto de los docentes. Ciertamente no estaba en un error cuando pensó que algo raro le estaba sucediendo a Ramiro, el alumno del que todos hablaban cada día tratando de poner un poco de orden y de afecto en su vida. A unos, les provocaba rechazo, a otros ternura, a otros compasión, a otros simplemente impotencia y a otros los llevaban los demonios al verse desarmados ante un personaje de ciento cuarenta centímetros y escasos treinta y cinco kilos.
La "maestra" de plástica entró de pronto interrumpiendo la conversación que sobre él chico mantenían. Yo se lo que le ocurre, dijo triunfante y mientras los demás volvían la mirada incrédulos e intrigados, dijo como la que tiene la llave del conocimiento: Ramiro está saliendo con Teresa.
Todos los ojos se abrieron de par en par más sorprendidos por la confidencia que por la aseveración que con tanto desparpajo había dejado colgando de la atmósfera.
¿No será nuestra Teresa la de la sonrisa abierta y la voz cálida? ¿ No será nuestra Teresa, la ?avispada e inteligente Teresa, la trabajadora incansable y la de educación sobresaliente?
Mirad, dijo ella, ved con vuestros propios ojos.
Corrieron sin vacilar a la ventana y allí estaban sentados en un escalón del patio, compartiendo un paquete de chucherías y riendo sin parar. Ella le miraba con ternura mientras él, como el animalito asustado que era, se hacía un ovillo ante la caricia cálida de sus ojos de miel y almendra.

miércoles, 5 de octubre de 2011

ESPUMA DE MAR

No estoy sola en este lugar tan alejado de mis raíces y mis hojas. No estoy sola y estoy viva, unas yemas de un verde recién nacido me han brotado en forma de beso. No estoy sola en esta playa, y cada ola al romper, susurra tu nombre a distintos tiempos y lo repite luego en el eco que permanece.
Cada gota que salpica mi cuerpo es una caricia que tu boca pronuncia sobre mi piel. Juego con la arena deslizando mis dedos sobre la huella de tu pie y me dejo envolver por su calor. Hazme cosquillas en las plantas y lléname de risas espumosas.
Bésame incansablemente y rodéame con tus brazos curtidos.
Elévame sobre tu cuerpo tendido y méceme luego al compás del sonido apacible de la tarde mediterránea.

lunes, 3 de octubre de 2011

DE CORAZÓN A CORAZÓN

Después de muchos intentos por conservar el suyo decidieron que la mejor solución a sus problemas sería un trasplante. Aquello sonó duro, contundente y casi cruel pero como todo se suaviza con los días, la noticia dejó de ser inquietante para convertirse en una puerta a la esperanza. No había que darle más vueltas y por eso, aquella mañana recibió un corazón nuevo, rojo y lleno de vida. Sobrevoló vertiginosamente los océanos para llegar intacto y a tiempo.
La recuperación fue asombrosamente rápida y al cabo de unos días ya se encontraba trasteando por la casa, eso sí, bajo la mirada atenta y cariñosa de su esposo.
Ven, le decía, siéntate a mi lado y descansa. Pero ella no quería parar, ahora que sentía el tic tac o el dub lub tan nítido dentro de su pecho, quería bailar sin descanso. Se movía como si fuera una pluma. De su pecho habían desaparecido los jadeos provocados por la limitación que le imponía su corazón enfermo.
Un día descubrió que con determinados olores imaginaba situaciones que nunca había vivido, por ejemplo, cuando estaba cociendo la verdura, concretamente la col rizada, escuchaba y veía que en algún lado dentro de sí unos niños protestaban. Se dio cuenta de que cambió el gel habitual por uno de lavanda porque utilizarlo le provocaba una sensación muy agradable y la llenaba de ternura, buscaba en esos momentos a su esposo y envuelta en el abrazo de él sentía como si unas pompas de jabón explotaran en su rostro mientras escuchaba una voz maternal que tarareaba un canción infantil.
Empezaron de esta forma un sinfín de situaciones nunca antes experimentadas. Eran tan reales las imágenes y tan poco coincidentes con su niñez que empezó a sentir una curiosidad extrema por saber a quién pertenecía el corazón que le devolvió la vida.
Una noche, mientras paseaba por la playa con su esposo le confesó todo lo que le estaba ocurriendo, exponiéndole su inquietud reciente y su presentimiento cuanto menos insólito.
Él que era un hombre comprensivo y generoso, puso toda la atención en las palabras de ella y cuando hubo terminado opinó que podrían preguntar a las personas que habían hecho posible el milagro, pues no podían llamar de otra manera al hecho de caminar sin tener que pararse cada dos pasos y de reír sin que le faltara el aliento.
No sabían qué respuesta iban a obtener pero tenían conocimiento de que en algunos países no era ningún problema conocer el nombre del donante así que ¿ por qué no intentarlo?
Dos días después estaban viajando hacía una ciudad que distaba de la suya cinco horas de avión, al principio estuvieron en silencio, luego charlaron de muchas cosas y por último volvieron a quedarse mudos ante la inminente llegada a la dirección que llevaban apuntada.
Un hombre de ojos almendrados y rostro opaco les abrió la puerta, estaba extremadamente delgado y en su rostro y su cuello era notable la huella de su tristeza.
Hizo un esfuerzo por sonreír varias veces en el transcurso de la conversación pero fue en vano, la niebla empañaba su mirada y en la boca un rictus de melancolía provocó la compasión de los que telepáticamente pensaron que quizá no deberían haber ido hasta allí a remover sus recuerdos.
El hombre los hizo pasar y les invitó a sentarse, después de preguntarles si deseaban tomar algo se derrumbó sobre una silla sin atender a la petición del vaso de agua que la mujer le pidiera por favor.
Era muy guapa, dijo con voz queda, a mi al menos me lo parecía, continuó, aunque ella siempre decía que sólo era graciosa. Su risa era explosiva y cálida, prosiguió, y era tan cariñosa...
Su relato inacabado se interrumpió con la llegada de dos niños, un chico y una chica, adolescentes.
Hablábamos de mamá, dijo el hombre.
La chica pareció entusiasmada y dijo: le gustaba el jabón de lavanda y mientras lo decía, posó su mirada en una fotografía en la que una mujer sostenía a una niña pequeña enrollada en una toalla de color celeste.
El chico esbozando una sonrisa comentó que lo que menos le gustaba de ella eran sus guisos de verdura.
Sin saber por qué, la mujer se levantó de la silla, su esposo la siguió con la mirada, ella se dirigió hacía donde estaban los chicos y los besó con un sentimiento que nunca antes había experimentado.
Ellos la miraron con una mezcla de asombro y ternura después de confesarle que aquel gesto que hiciera con los brazos para atraerlos hacia sí, era el ademán más repetido y querido por ellos, el que más echaban de menos desde el día en que su madre muriese en aquel absurdo accidente casero.