Caía con fuerza sobre los árboles del patio, el día gris e inquieto no me hizo presagiar lo que sucedería. Tal vez fuera porque celebraba un cumpleaños especial o porque su piel había dormido junto a la mía. Tal vez fuera el color intrínseco del viernes o la sensación que produce saber que nunca estás sola.
Las horas transcurrieron y la lluvia azotaba sin descanso. La serenidad dio paso a la expectación al ver personas nerviosas, sin embargo, mis pasos eran firmes y mi voz no permutó en ningún momento, llegando a sonar tranquilizadora a las dos y cuarto. Saldrá el sol y nos acompañará en el camino de vuelta.
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domingo, 30 de septiembre de 2012
martes, 25 de septiembre de 2012
LA SIESTA
Podía sentir su respiración tranquila. Eran las cuatro de la tarde y mientras a mi alrededor las moscas se jactaban de su vuelo rasante sobre mi nariz, en otro lugar, dos cuerpos reposaban en el letargo de la tarde veraniega. En sus ojos dormidos podía ver el trazado de sus vidas y en sus bocas resoplantes, el rosa desgastado por el tiempo. Sin percatarse de mi presencia pero sintiéndome a su lado me sonreían con ternura, como cuando era una niña. Los abracé y por unos segundos, la mosca se hizo a un lado para no restar magia al momento.
jueves, 13 de septiembre de 2012
TU MANO
Hay días que camino sintiendo cada palpitar en mi piel, presintiendo en cada paso un crujido de mis huesos y en cada inspiración, la expansión de mis pulmones. Camino y me pregunto quién soy y cuál es mi esencia.
Otros días camino ajena a mi cuerpo, deleitándome con cada árbol, cubriéndome de brisa y de luz, y no hay preguntas porque me sé.
Bajo el gris y con el arcoiris camino de tu mano, la que nunca desfallece, la que acompaña mis movimientos, la que se anticipa a mis deseos, la que me estrecha, la que representa lo que eres, la que habla en tus silencios. Tu mano. Tú
Otros días camino ajena a mi cuerpo, deleitándome con cada árbol, cubriéndome de brisa y de luz, y no hay preguntas porque me sé.
Bajo el gris y con el arcoiris camino de tu mano, la que nunca desfallece, la que acompaña mis movimientos, la que se anticipa a mis deseos, la que me estrecha, la que representa lo que eres, la que habla en tus silencios. Tu mano. Tú
miércoles, 12 de septiembre de 2012
DESDE LA DISTANCIA
En este tiempo de paz interior, durante algunos segundos me inquieta pensar que vuestro gesto no exprese que tenéis sed, o a lo peor, que yo no sepa verlo.
lunes, 3 de septiembre de 2012
DONDE ESTABAS ENTONCES
Descendieron
de Rolls Roice y Aston Martin tocados
ridículos sobre zapatos de plataforma. Fracs y chaqués. Perfumes de almizcle,
vainilla, muchas flores y música
celestial.
El sacerdote ajustó sus gafas de montura al
aire.
Una mujer lloraba
inconsolable mientras su marido lustraba los recién estrenados gemelos.
Un muchacho
de escaso pelo y pómulos huesudos se movía nervioso y gesticulaba señalando su muñeca.
Le informaron
de la hora y le susurraron una frase al oído.
Mientras los
asistentes opinaban sin ocultar su sonrisa, cómplice y morbosa, el muchacho
coqueteaba con la muerte, ebrio de vino caro, en una carretera secundaria.
EL INTERÉS EN TU MIRADA
Para
aliviar el calor de la atmósfera africana, me senté en el umbral con un libro
de poemas. Apenas alcanzaba a definir la silueta de las palabras escritas, con
la luz del farolito polvoriento.
Daban
las diez en el reloj de la iglesia cuando un coche frenó para no atropellarte.
Me mirabas desafiante y tus infinitos ojos verdes acabaron con mi rol de
lectora nocturna. El ruido de una lata sobre el asfalto rompió el hechizo.
Mientras
te relamías supe que era el interés el que te movía a mirarme y que
ansiabas acercarte a mis manos de
pescadera.
EL BESO
No hay nada como la piel para sentir un beso, sin embargo, el beso escrito se rodea de un halo de misterio y hace volar la imaginación.
Llegó tu beso a través de la atmósfera rojiza desplegando su energía en forma de luz, llegó y se detuvo un momento, como tú, porque era tuyo, delicado y sutil, se detuvo para contemplar mi rostro que te buscaba. Sonrió el beso con tu gesto, contagiándome la risa. Rozó la piel de mis hombros desnudos y llevé mis dedos hasta el lugar para acariciar tu boca. Escapó travieso hasta mis párpados e insistí en cerrarlos para verte. Acabó tu beso escrito enredado en mi pelo y, como cada noche, compartimos la sábana y el latido.