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jueves, 5 de marzo de 2015

EL PEQUEÑO TEJEDOR

El pequeño Redouan aprendió a tejer una mañana de marzo. Sobre su pupitre se movía nervioso un ovillo de lana azulón, casi tan grande como su cara de piel morena y ojos vivaces. Mientras se afanaba en cruzar una hebra por encima de la otra y sudaba por controlar las agujas que parecían tener vida propia, su boca infantil hacía mil y una mueca, de sonrisa, de desespero, de satisfacción y por fin, de asombro, el de haber conseguido un  muestrario decente al cabo de un rato.
Quería el niño marroquí, hacer una mantita para su hermana recién nacida.
El timbre marcó la hora de salida, pero antes de salir la maestra le preparó una bolsa llena de tesoros: dos agujas del número siete, dos ovillos y una aguja para coser la labor.
Con los ojos muy abiertos, agradecido y nervioso, dijo, maestra, cuando termine te devuelvo las agujas. Y corrió pasillo adelante para que no se le escapara el autobús.

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