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martes, 3 de marzo de 2015

LA CASA DE LOS PAPÁS

Reunidos alrededor de la mesa cenábamos. Antes de llegar a los postres ya estaba dormida. Mi padre miró a mi madre pero él ya no tenía fuerzas para llevarme en sus brazos a la cama. Abrí los ojos y lo miré detenidamente, detrás de sus arrugas y sus canas, detrás de las cicatrices y los silencios permanecía siempre viva y juvenil su mirada, la mirada del que puede con todo. Los besé y les deseé buenas noches.
Con el peso de la vida sobre sus pies atravesaron el pasillo y entraron en su dormitorio.


Estar con ellos devolvía la calma a mis nervios fatigados. Hecha un ovillo en mi cama de siempre soñé que la estructura externa de la casa se caía a trozos, me desperté y seguí durmiendo tranquila porque el interior seguía intacto.

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