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domingo, 15 de marzo de 2015

LA REINA DE CORAZONES

Nunca le hizo falta equipaje, lo único que le importaba era querer y que la quisieran.
Como corona le valía con una ristra de flores del campo, las más menudas y vistosas, las mejores. El vestido más bonito, el que ella misma confeccionó, anudando pañuelos de colores. Descalza siempre era feliz. Le gustaba colgar de sus orejas lunas, planetas o estrellas desconocidas.
Deseaba no perder nunca la expectación de sus ojos.
Cada mañana extendía los brazos para abarcar varias vidas y en la oscuridad de cada noche relucían en su boca los besos; los ya dados y los porvenir, los inventados y los reales, los dulces y los ardientes. Los besos que la unían a través del tiempo y el espacio a todos los seres que amaba. Luego cuando el silencio era absoluto, su voz susurrante emitía un te quiero y se dormía anhelando un nuevo mañana.


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