Perdí de vista el rojo cereza de tu coche después de la curva que te conduce a la autopista, la carretera que nos separa y nos une, ajena a tristezas y alegrías, serpenteante y opaca.
Metí la llave en la cerradura y el eco de tu ausencia me recibió con desgana.
Hoy no sé, pero mañana te prometo una sonrisa que acalle el eco vacío, una sonrisa que nos caliente, para que el invierno no se quede a dormir sobre nuestros cuerpos.
Metí la llave en la cerradura y el eco de tu ausencia me recibió con desgana.
Hoy no sé, pero mañana te prometo una sonrisa que acalle el eco vacío, una sonrisa que nos caliente, para que el invierno no se quede a dormir sobre nuestros cuerpos.
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