Los novios se besaban enamoradísimos, contagiando con su entusiasmo a los invitados que besaron por un momento a sus parejas, como si acabaran de descubrirlas. Durante el baile, mientras una melodía alegre proclamaba que no se puede amar a medias, entre los asistentes, una mujer,
ponía los ojos en el marido de una prima lejana y el hombre, con su ego acrecentado, buscaba la manera de zafarse del abrazo de su esposa. Más allá una pareja de edad avanzada departía con otra, sobre cómo había cambiado el horizonte en cuestión de relaciones. Los novios, enamorados y felices, ajenos a todo cuanto sucedía a su alrededor no reparaban en caricias y arrumacos mientras daban cuenta de la botella de champan casi vacía que reposaba en el cubo de metal helado.
Sentados en un sofá cubierto por una tela de algodón miraban la película de la vida, cogidos de la mano.
El calor sofocante del verano los aligeró de ropa, la sed hizo el resto.
Las imágenes siguieron sucediéndose en la pantalla muda. Su propia música puso fin a la banda sonora de la película del sábado.
ponía los ojos en el marido de una prima lejana y el hombre, con su ego acrecentado, buscaba la manera de zafarse del abrazo de su esposa. Más allá una pareja de edad avanzada departía con otra, sobre cómo había cambiado el horizonte en cuestión de relaciones. Los novios, enamorados y felices, ajenos a todo cuanto sucedía a su alrededor no reparaban en caricias y arrumacos mientras daban cuenta de la botella de champan casi vacía que reposaba en el cubo de metal helado.
Sentados en un sofá cubierto por una tela de algodón miraban la película de la vida, cogidos de la mano.
El calor sofocante del verano los aligeró de ropa, la sed hizo el resto.
Las imágenes siguieron sucediéndose en la pantalla muda. Su propia música puso fin a la banda sonora de la película del sábado.
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