Traduciendo los sentimientos

jueves, 28 de julio de 2011

EL LEGADO (Para Jose, Amalia y Hugo)

Reunidos alrededor de la mesa, miro como se han transformado sus facciones, como han dejado atrás el acné y se han convertido en adultos, aunque sigo viendo en ellos a esos tres pequeños que siempre rondaban a mi alrededor: mamá esto, mamá aquello, mira mamá, bueno ya no vengas...
Ríen y charlan distendidamente, contándose sus cosas, haciendo chistes de las noticias absurdas que salen una y otra vez en algunos programas de televisión. Mientras tanto, y aunque ellos piensen que yo ando distraída y en mi mundo, los observo: sus gestos, sus ojos, el ondulado del pelo de ella, el corte de pelo de ellos, su barba, si su expresión es de cansancio, si por el contrario su piel luce sana, sus tatuajes, si están más delgados, si tienen alguna queja, si están indignados con la época, el movimiento de sus manos y sobre todo, escudriño para sentir su estado de ánimo. Les pregunto y siempre dicen que están bien, que todo va bien y mientras lo dicen sigo haciendo el análisis, examinando sus gestos, la mueca en sus bocas, el brillo de sus miradas, la intensidad de su afirmaciones. Luego, cuando se han ido, la casa se queda en absoluto silencio e imagino que como en unos tiempos no tan lejanos, duermen apaciblemente la siesta.
Esta casa, que no ha dejado de ser un lugar acogedor pero transitorio, está hoy más llena de recuerdos que nunca, bueno, no más llena pero los recuerdos que se materializan en objetos ocupan hoy un área más pequeña, ya que todos están concentrados en cajas dentro de la habitación que me ha servido estos años como morada y aposento. Una habitación que me ha visto triste, eufórica, preocupada, pletórica, nerviosa, bella, crispada, tranquila, impaciente, cansada y como no, dormida.
Me voy, he de irme. El destino así lo ha querido y yo lo doy por bienvenido y lo acojo con la sonrisa que da la certeza de saber que algo ahí fuera es para ti, que algo bueno te espera.
Siempre un cambio trae algo bueno, se puede leer en los tratados de filosofía oriental.
A mi me gusta mi nuevo destino, hay mar y el arcoiris promete salir muchos días, sin embargo, como no todo se puede tener y como el hombre por naturaleza es un perfecto insatisfecho( y la mujer también)... sin embargo, decía, partiré sola aunque no me sentiré sola.
Estos pequeños seres que se gestaron en mi vientre hace ya... buf, un cuarto de siglo, se quedarán aquí, claro, donde está su vida, su trabajo, sus amigos, sus inquietudes, esperanzas y desvelos. Me iré sola pero me los llevaré conmigo en forma de bellos pensamientos y pequeños objetos: los muñecos agazapados en el interior de un huevo de fina lámina cubierta de chocolate, de obligada aparición en los días de Reyes, la pulserita que les pusieron al nacer, donde reza su peso y la fecha de nacimiento, la pinza que sirvió para que sus ombligos cicatrizaran adecuedamente, fotos, dibujos, olores, melodías y muchas viviencias.
Cómo suele ocurrir, coincide que el camino fácil no es el satisfactorio para los sentidos, para mi, esta insatisfación convierte el sendero en complicado.
Da la casualidad que las decisiones importantes no suelen ser sencillas o son tan sencillas y evidentes que nos parece que hay trampa, para dudar y así suspender en la vida.
No se si aprobado o sobresaliente, no se si en algún escalón intermedio pero amo vivir y por muchos senderos fáciles que aparecieran, me sentaría un momento en el medio de la encrucijada y atendería sin dudar a aquellos pensamientos que nacen en mi corazón para optar por el camino que le ofrezca paz, que abra una sonrisa amplia en mis labios.
No se si el legado que dejaré a mis hijos será bien acogido por ellos:
Dinero... ¡imposible!
Sabiduría... tienen que observar y vivir para adquirirla.
El legado que puedo ofrecerles se basa en las siguientes premisas:
La libertad del corazón, la música de las palabras, el temor del prudente, la valentía del intrépido, del que no quiere conformarse. Siempre he querido transmitirles la importancia de tener un sueño, para que pueda cumplirse. No hay sueños si antes no se entretejen día tras día y con cada movimiento, cada actividad y cada sentimiento. El sueño se va esculpiendo para que la esencia de la vida tenga una imagen real de lo que deseamos ¿cómo si no se puede alcanzar nada?
El legado, hijos mios es:
Bajate de la noria si no te gusta su movimiento, no te quedes por miedo a que te juzguen.
Súbete a una nube y enamórate de su color, de su suavidad y de lo etéreo de su devenir en el firmamento.
Levántate por la mañana y prolonga el sueño nocturno, plásmalo en tus ojos para que se refleje en la luz del día y te lo devuelva cargado del esplendor que dan los colores de la naturaleza.
Enamórate y recárgate de la energía que es única y especial, la que hace girar al universo.
Desde esta tribuna de la que me aprovecho para unir las palabras de la forma que me gusta os digo hijos:
Siempre estaré. No hará falta que pronunciéis una sílaba. Mamá escucha aún cuando el progreso ruge y devora.
Esta noche, le tocó a ellos, mis hijos a los que he intentado educar para que sean personas, sensatas, sinceras, humanas y sensibles.
Porque os quiero mucho, vaya hoy este legado para vosotros.

lunes, 25 de julio de 2011

AMANECIENDO CONTIGO

Me he despertado al escuchar mi nombre en tu voz, mi nombre, que no necesitas pronunciar porque antes de que lo hagas me llega, en ondas expansivas, el calor de tu llamada. He abierto los ojos y estabas mirando mi rostro que yacía quieto sobre la almohada. He sonreído al mirar los tuyos, con esa sonrisa amplia y franca que tan bien conoces, extendiendo mis brazos para estrecharte.
Tu cuerpo reposando sobre el mío ha jugado a encontrar la piel no descubierta y el mío ávido de tus caricias te ha mostrado el camino con pistas sonoras y de movimiento.
La dulzura y la pasión se han adueñado de la mañana y el sol perdiendo la timidez se ha hecho fuerte en el firmamento, dejando destellos como luciérnagas juguetonas y vibrantes sobre las sábanas almizcladas que presiden nuestro encuentro.
Me he mirado en tus ojos que miraban los míos y nos hemos perdido juntos en la profundidad del paisaje, una extensa carretera que se deshace entre bruma y flores cada vez que pienso en ti, cada vez que me siento viva en tu pensamiento.

jueves, 21 de julio de 2011

MUJERES Y HOMBRES

¿En qué pensaría Penélope mientras que, tejiendo, esperaba a Ulises? ¿Se acordaría fielmente de su rostro? ¿Podría dibujar el contorno de sus facciones con la yema de sus dedos sobre la prenda? ¿Qué pensarían los que se le acercaban reclamando su atención mientras ella, día tras día, los rechazaba excusándose en lo laborioso de su tarea? Una mujer enamorada no piensa en qué dirán otros sobre su comportamiento, sólo actúa según los dictados de su corazón y está claro que quería esperarle indefinidamente, porque estaba segura de que volvería. Algo muy dentro de sí, intuición, esperanza o la templanza que da el amor es lo que la convertía en una mujer tranquila y segura del amor de Ulises.
¿Y Dalila? ¿Qué astucias utilizaría para conseguir el secreto de la fuerza de Sansón el nazareo? ¿Si estaban enamorados como se cuenta, si él cazaba para ella y ella lavaba sus largos cabellos poniendo todo su mimo en la labor ¿Por qué dejó que se lo cortaran? ¿Qué mujer que ama a un hombre lo lástima física o moralmente? Murió Sansón, según cuentan, en el templo de Dagón, cuando derribó sus columnas después de que Dios atendiera sus súplicas por recuperar las fuerzas perdidas. ¿Qué fue de Dalila? ¿acaso se convirtió en un ser abominado por traicionar la confianza del ser que la amaba?
Con Helena se armó la de Troya, todo porque Afrodita se la había prometido a Paris. Tendrás la mujer más bella del mundo si me eliges a mí, le dijo ella y ahí que Paris la eligió, prefirió la mujer bonita a ser invencible en la guerra o ser el soberano del mundo. Lo que él no sabía es que la mujer, Helena, estaba desposada con Menelao o si lo sabía le dio igual porque fue a por ella y aprovechando que el marido no estaba se la llevó consigo. Amor o no amor no se si fue pero venganza posterior hubo y mucha, todo por conseguir tener a su lado a la mujer más bella de la Tierra, por la que muchos pretendientes se enfrentaron, los mismos que luego acompañaron a Meneleo para infringir su venganza a Paris. Y ella, Helena, dicen que se enamoró de él a primera vista pero ¿cuánto les duró el amor? apenas una brizna de aire sopló más fuerte de lo habitual y todo se torno de un color sanguino.
¿Inconformismo?¿Envidia? ¿Lujuria? ¿Prepotencia? ¿Qué mueve a las personas o como en este caso a los hijos de los Dioses, a desear aquello que no tienen? Con Paris, Afrodita obtuvo su manzana y... hablando de manzanas... pero no, no quiero que el pensamiento se retrotraiga al pasado más pasado, no quiero llegar a los de la hoja de parra, que de ellos ya se habla mucho, pero es más de lo mismo, mujeres y hombres, hombres y mujeres.
Ginebra,se enamoró en el camino hacia la morada del Rey Arturo de Sir Lancelot, el hombre de confianza del rey, pero se casó con quien estaba pactado y al final, todos fueron infelices.
Volviendo al presente y dejando la mitología y las historias de caballeros a un lado me pregunto ¿Por qué hombres y mujeres seguimos cometiendo los mismos errores una y otra y otra vez?¿por qué no expresar lo que se siente cuando se siente?
Todo el mundo conocerá a alguien que le haya dicho: no soy feliz pero estoy cómodo y me asusta perder la estabilidad.
¿Qué estabilidad? ¿La de Menelao?¿La de Jinebra? ¿La de Sansón? ¿De qué sirven las cosas materiales que te rodean si día tras día te sientas frente a ellas y no puedes sacar una sonrisa de tu corazón? Si sólo sale una mueca, un rictus, en señal del cumplimiento de las funciones, como persona que comparte el espacio con otra, sin que haya intersecciones en el mismo, sin roces, sin caricias, con las palabras tiernas olvidadas, con los besos perdidos en las esquinas de los cuadros de flores descoloridas a causa del desamor.
De los retazos expuestos, me quedo con Penélope y Ulises, quizá porque piense que no es la distancia física la que rompe el amor si no la que se deriva de la incomunicación, la pereza y la acomodación. La que viene por esperar que el otro cumpla las expectativas que tu tienes, que haga lo que tú harías en cada momento, que diga lo que tú piensas que debería decir en esa ocasión, eso es, a mi juicio, lo que debilita una relación hasta la extenuación. Después, ya no hay más, el único punto en común es el entorno de un gris degradado.

miércoles, 20 de julio de 2011

Como Escarlata O´hara

Desde las letras, las palabras y los pensamientos permaneceré enlazada con el mundo de los que me ha visto crecer, contribuyendo sin saberlo a que el milagro ocurriera. Algunos, los más queridos ni siquiera ven que lo he hecho porque en nuestros ojos permanece el reflejo de los días de juegos y los pies siguen danzando al ritmo del viento que impaciente hormiguea por nuestra espalda, como en aquella canción que tanto me gusta.
Hay un camino por delante y mucho que hacer para conservar el brillo que se identifica con la ilusión y las inquietudes sanas. Desde esta tribuna de arco iris sé que ningún paso es en vano, éste, menos que ninguno. Desde este escenario compuesto de anaranjados cálidos en el que tan feliz me siento escribo una vez más sobre la plenitud que da el amor en todas sus facetas. La razón puede a veces estar equivocada pero el corazón, víscera o energía qué más da, nunca, por mucho que digan, se equivoca en sus juicios, otra cosa es que el juicio nos venga dado por la sinrazón de lo incomprensible, el misterio, la química de nuevo, que nos acerca arrebatadoramente y a veces, con previo aviso, nos desgasta dejándonos exhaustos, apaleados y con los ojos secos al borde del sendero.
Desde este rincón del espacio diré una frase a lo Escarlata: Juro por Dios (y esto suena fuerte) que jamás volveré a pasar hambre... de caricias (ojalá Dios, así lo desee también).

martes, 19 de julio de 2011

Amparo de Atienza y Cárdenas

Amparo de Atienza y Cárdenas tenía el rostro blanco, casi transparente, era una de esas mujeres que seguía pensando que la piel oscura era para los esclavos y los campesinos. Procuraba no salir a esa hora en la que el sol está tan alto en el cielo que no hay sombra donde cobijarse, pero si tenía que hacerlo, utilizaba una sombrilla de color celeste con lunares blancos, para cubrir su tez y su cuello. Sus brazos permanecían a buen recaudo bajo la muselina de sus blusas y sus manos aparecían cubiertas por unos guantes de fina seda.
Una tarde de verano en la que se encontraba bordando en el embozo de una sábana, las iniciales de su nombre, sintió como la tierra perdía el equilibrio bajo sus pies. El cesto que contenía hilos, dedales y canuteros rodó y volvió a su sitio hasta tres veces en un segundo infinito, ella no se movió de su silla, había sido educada reciamente en la idea de que no hay que mostrar los sentimientos y que alterarse sólo conduce al envejecimiento de la piel del rostro. Cuando el aparador de madera de cerezo se desplazó hasta el extremo opuesto de la habitación y las copas de cristal de bohemia estallaron con la estridencia del océano embravecido chocando contra un acantilado, Amparo abrió desmesuradamente los ojos y agitó sus brazos en el aire.
Después, en décimas de segundo, la habitación quedó sepultada bajo las vigas del techo. Para cuando recobró el sentido, el mar casi había engullido la ciudad dejando como muestra de su ferocidad unos metros de muro del torreón del castillo que habitaba Amparo, que, lejos de la realidad y sacudiendo su vestido de las astillas desprendidas, preguntó por sus objetos personales a Mario, su mayordomo, que yacía en el suelo con la cara llena de heridas y la camisa sucia por la sangre. Como era su costumbre le respondió con la solemnidad que le caracterizaba:
Todo se ha perdido señora.
Amparo de Atienza y Cárdenas lanzó un colérico grito que acabó en estertores de muerte, se dio cuenta en ese instante de que un trozo de madera había venido a clavarse en su pecho rompiendo la blancura de su blusa almidonada.
Mario, desde su posición le mostró, con una sonrisa histriónica, el único objeto que había podido salvar, un Kallania de Constantin Vacheron heredado por Amparo de Atienza y Cárdenas al morir su padre.
Amparo se convulsionó en el suelo perdiendo la compostura que el maremoto no había logrado arrancarle, el movimiento hizo que la viga partida se introdujera aún más en su pecho y la sangre saliendo a borbotones inundó los pies de Mario que se había incorporado y se encontraba ya a una distancia considerable de la noble dama, con lentitud pasmosa y regodeándose en sus movimientos se remangó la camisa y ajustó el preciado objeto a su muñeca. Limpió sus lentes y lo observó de cerca y de lejos sin ocultar su sarcasmo. Después de mirar a la dama con superioridad por primera vez desde que comenzara a servirla, se dispuso a abandonar la sala. En ese instante notó como sus pies se hundían en el agua, al mirar hacia abajo buscando un camino seguro para no tropezar, vio como el mar invasor se cobraba la vida de Amparo mostrando el color de su sangre como trofeo.

domingo, 10 de julio de 2011

QUE NO DIGO YO QUE NO SEA UNA CIUDAD BELLA

Pero será en otra época porque... los días de verano en Sevilla... no los soporto.
Después de vivir en ella treinta años o más, cada nueva estación estival que se sucede soy más consciente del destrozo que hace sobre mi energía vital y mis ánimos esta ciudad de calor insoportable, vacía de sonidos en las mañanas de julio y agosto porque hay muchas personas que pasan el día dormitando al amor del aparato de aire acondicionado que arroja una masa de aire caliente a la calle que incrementa las temperaturas de la atmósfera de forma... ¡qué no se puede soportar, vamos!
Como otras personas, me levanto con la fresquita para dar un paseo, con buena temperatura y con la intención de traer la compra hecha, pero ocurre que el paseo ha terminado y las tiendas aún no están abiertas, sobre todo en algunos barrios que dan los buenos días de las diez en adelante. Si quiero comer temprano y espero invitados, ellos, que llevan una vida adaptada a la estación sevillana, no tienen hambre aún porque acaban de desayunar. Si por la mañana se me olvidó traer botones para ponerlos en el vestido que estoy confeccionando para entretener el tiempo en las tardes espesas y tórridas, entre sobresalto y sobresalto de anuncio televisivo, que no se me vaya ocurrir bajar antes de las siete de la tarde, porque antes... ¿quién es el guapo que abre antes si han dicho en la televisión que hay alerta amarilla o naranja y se va a pasar de los treinta y nueve grados? (pero eso ha sido así toda la vida, que ahora cualquier cosa es una alerta de color intenso)
Cuando ya estoy derrotada, no por el cansancio, que tampoco he hecho grandes cosas, estoy agotada por el aburrimiento que produce la ciudad muerta, el cielo de un monótono azul africano, las hojas de los árboles inamovibles por horas e incluso días, los columpios del parque despidiendo fuego y brillo cegador, en ese momento, más o menos, empiezo, de forma sigilosa, a abrir las ventanas para comprobar que entra un poquito de fresco, pero ocurre que también a esa hora aparecen los primeros niños en el parque, repeinados y mojaditos, se adelantan a sus padres para comenzar los juegos del día...sin darse cuenta de que el día casi ha pasado y está a punto de llegar el siguiente.
Cómo darse cuenta si el sol está y aún pica, aunque la luna esté apareciendo. Un rato más tarde, no mucho más, después de una reconfortante ducha cojo el libro y me dispongo a preparar mi noche veraniega.
Cuando las letras van juntándose y el libro empieza a pesar haciendo un intento de caerse sobre el pecho, lo cierro cuidadosamente y antes de apagar la luz siento el placer que produce ese primer sueño pesado que invade el cuerpo y ralentiza la respiración.
No ha pasado media hora cuando, desvelada y empapada en sudor escucho como en el parque, personas de todas las edades ríen y gritan infinitamente, como si fueran las seis de la tarde.
Cada año se me olvida que tampoco me gustan las noches de verano en Sevilla.
Quizá para el que viene, pruebe en otro lugar.