Traduciendo los sentimientos

miércoles, 5 de noviembre de 2014

VER, IMAGINAR...ERRAR.

Desde ese ángulo, podía ver perfectamente al hombre. De ella solo veía una melena escasa de pelo, estropeada sobremanera por los tintes y el secador, sus cabellos eran como duros alambres deteriorados y quebradizos. Él le hablaba con una seriedad en el rostro que por momentos parecía tristeza o tal vez preocupación. Sus cejas se arqueaban continuamente y su frente se plegaba en un sinfín de hendidos largos y profundos. Sus ojos grandes y redondos le delataban como una persona más joven de lo que en realidad aparentaba, la alopecia suele jugar esas malas pasadas y aunque Yul Brynner fuera un guapísimo y atractivo ser... este no era el mismo caso.
La mujer sostenía un cigarrillo en una mano y la otra se afanaba en recolocar una y mil veces su pañuelo alrededor del cuello.
Era delgada, eso si podía verlo, eso y que llevaba unos zapatos de tacón nada apropiados para tomar una tapa en la terraza de un bar.
Pasaron casi una hora delante de su café, las manos de ella retorcían sin piedad el sobrecito vacío del azúcar. Él seguía en el mismo tono monótono, inaudible, incapaz de emitir una sonrisa.
¿Se estaban despidiendo o es que nunca habían estado juntos?
Se levantaron y caminaron por la acera, sus cuerpos, sus almas separadas. El camarero los miró y con acritud delató a sus compañeros la situación irregular de las dos personas que, por otra parte, habían pasado un tiempo razonable ocupando un sitio para acabar consumiendo un cafelito.
Con muchos clientes así, me dijo entre dientes después de mostrar su sonrisa de hiena,  tendremos que cerrar el negocio. Seguí sirviendo las mesas y observando a la nueva pareja que ocupó el sitio que acababa de quedarse vacío. 

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