Traduciendo los sentimientos

jueves, 10 de septiembre de 2015

VERSOS DE PIEDRA


El señor Cándido era picapedrero y cada mañana emprendía el camino hacia la cantera a lomos de su burra. 
Mientras picaba la piedra bajo el sol ardiente soñaba y, por la noche, después de cenar un guiso de patatas, escribía versos en un viejo cuaderno a la vez que atusaba su bigote.
El señor Cándido tenía una habilidad innata para escribir epitafios y todos sus paisanos le solicitaban cuando la muerte visitaba sus hogares. Él, muy serio les pedía que hablaran unos minutos sobre el difunto. Entretanto, él escuchaba y miraba directamente a los ojos del intermediario.
Además de crear los versos,  el señor Cándido los esculpía con su cincel sobre la losa. Entrar en el cementerio era como abrir un libro de poemas.
Un día enfermó el artista y no pudo volver a la cantera, sin embargo, no le abandonaron sus musas y siguió esculpiendo con frases el alma de sus vecinos.

Una noche de luna nueva murió el Señor Cándido y la oscuridad y  la tristeza se adueñaron del cementerio. Cuenta  la leyenda que desde entonces las lápidas dejaron de llevar epitafios y solo  una cruz  impersonal y una fecha venían a romper la homogeneidad de la roca. 

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