Se abrió la puerta y llegaron, con su niñez a cuestas, con sus ojos brillantes llenos de inocencia, con su pelo sudoroso oliendo a hierba del parque, con sus rodillas heridas por el juego, con su boca jugosa e impaciente proclamando mi autoría de madre.
Se cerró la puerta y se hizo el silencio más absoluto. Habían crecido tanto que su vida les pertenecía solo a ellos.
El vocablo "mamá", sin embargo, quedó suspendido del aire, atrapado quizá en aquella vieja telaraña que nunca limpio para que no se pierda su eco.
Mamá, mamá, mamá.
Se cerró la puerta y se hizo el silencio más absoluto. Habían crecido tanto que su vida les pertenecía solo a ellos.
El vocablo "mamá", sin embargo, quedó suspendido del aire, atrapado quizá en aquella vieja telaraña que nunca limpio para que no se pierda su eco.
Mamá, mamá, mamá.