Pensaba recoger los trastos y desaparecer un tiempo cuando sentí que unos ojos en la distancia miraban atentamente el movimiento de mis dedos. Fui entonces consciente de que si escribiera en un folio en blanco con el bolígrafo o el lapicero, no podría llegar a rincones tan lejanos.
En una ciudad del norte de España, donde hace mucho que no voy, vive una persona amiga que me anima a escribir cada día.
Puedo distinguir su rostro entre todos los que cada mañana frecuentan el paseo marítimo. Disfrutando del paisaje y del tiempo que la vida le ha regalado como recompensa a su trabajo, camina bajo la mirada atenta de las nubes que cubren de algodón su cielo.
Vaya esta noche para él este trozo de mi vida, este que como muchas otras comparto con las estrellas.
Traduciendo los sentimientos
jueves, 31 de mayo de 2012
martes, 29 de mayo de 2012
ESPIRAL DE PALABRAS
Escribo, escribo y escribo, aquí o allá, en un folio en blanco o en uno manchado. Escribo con el pensamiento y con los dedos, a través de la música y del viento, en el sol y en el agua. Escribo y quiero con ello abarcar todos mis mundos, los que he ido construyendo con el apoyo, la escucha y el cariño de todos los que me amáis. Escribo y me pregunto si en la espiral en la que me doy y me pierdo, habré sabido plasmar los sentimientos que me invaden o estarán desnudas las palabras inmersas en su rotundo y escueto significado. Ojalá no sea así, ojalá haya conseguido el principal objetivo de mi escritura, ojalá haya sido capaz de transmitir mis más sinceros sentimientos, mis verdaderas emociones.
Quiera Dios que cada uno de vosotros haya sabido encontrar aquella frase que os pertenece, porque se creó en mi pensamiento para regalárosla, en distintos contextos y a distintos tiempos nació y quedó impresa. Se que llegado el momento, encontraréis aquello que os corresponde: mi agradecimiento y mis besos más sinceros.
Quiera Dios que cada uno de vosotros haya sabido encontrar aquella frase que os pertenece, porque se creó en mi pensamiento para regalárosla, en distintos contextos y a distintos tiempos nació y quedó impresa. Se que llegado el momento, encontraréis aquello que os corresponde: mi agradecimiento y mis besos más sinceros.
domingo, 27 de mayo de 2012
RELOJ DE ARENA
Ven y agítame para ver cómo
va resbalando la arena por mi cuerpo. Vuélveme del revés si ves que el último
grano de cuarzo va a caer, no dejes que suceda. Te besaré mientras resucitamos
en un espasmo de vértigo.
Sellaremos los oídos a
las campanadas del reloj de la torre, para confundir los atardeceres con las
madrugadas. Construiremos una figura impaciente de caballo de ajedrez para
desconcertar al calendario.
No habrá horas que
contengan minutos, ni minutos que contengan segundos. No habrá décimas ni
fracciones ínfimas de tiempo alguno.
No dejes que ocurra, que
nunca caiga el último cuarzo.
Vuélveme del revés y abrázame mientras me acaricias con la música
de todos los mundos, gira conmigo y bésame la boca risueña, porque
desde que soy tu reloj de arena, tengo cosquillas en el ombligo.
miércoles, 16 de mayo de 2012
ESCALERA DE CRISTAL
Era un piso muy pequeño y una época de carencias pero la edad sólo permitía ser feliz. La infancia transcurrió entre los puentes que cruzaban el río Albarregas. El olivar daba sombra y un lugar para colgar el columpio. Ni ordenador, ni vídeo juegos, ni actividades extraescolares; nada hizo falta para colmar las tardes de ilusión. Los domingos por la mañana con un paquete de pipas y unas gominolas santificábamos las fiestas.
En la edad más difícil, una mudanza, pero en aquella casa se podía correr por el pasillo. Sandro Giaccobe comía del jardín prohibido y conocía a una señora que vivía allí en frente en la misma calle suya, los Eagles frecuentaban el Hotel California y Alan Parson ponía el Ojo e el Cielo, Don Justino tiraba por la ventana la lagartija que no estaba matriculada y en los recreos la pelota rodaba hasta los pies de los chicos más guapos del instituto.
Pasó el tiempo en una bocanada de aire y llevándose las tristezas del primer amor, nos alejó de la mirada paternal. Un autobús de mediodía nos cambió la casa amplia y confortable por un minúsculo cuarto ubicado en el pasillo gris y estrecho de una inmensa casa de patios con palmeras. Derrochamos la adrenalina de lo inexplorado y supimos de la soledad que nos cubría como una espesa neblina en las tardes de domingo. Las aulas atiborradas de rostros, los recorridos interminables en autobús, la bata blanca y el microscopio, los paseos en Vespino, los cortadillos de cidra, Osiris y la Catedral Sumergida. Todo sirvió para despegar y crecer, pero al llegar a este punto para poder continuar escribiendo aún tengo que crecer mucho más para que mientras lo hago, ni el más leve atisbo de culpabilidad frene mis dedos.
En la edad más difícil, una mudanza, pero en aquella casa se podía correr por el pasillo. Sandro Giaccobe comía del jardín prohibido y conocía a una señora que vivía allí en frente en la misma calle suya, los Eagles frecuentaban el Hotel California y Alan Parson ponía el Ojo e el Cielo, Don Justino tiraba por la ventana la lagartija que no estaba matriculada y en los recreos la pelota rodaba hasta los pies de los chicos más guapos del instituto.
Pasó el tiempo en una bocanada de aire y llevándose las tristezas del primer amor, nos alejó de la mirada paternal. Un autobús de mediodía nos cambió la casa amplia y confortable por un minúsculo cuarto ubicado en el pasillo gris y estrecho de una inmensa casa de patios con palmeras. Derrochamos la adrenalina de lo inexplorado y supimos de la soledad que nos cubría como una espesa neblina en las tardes de domingo. Las aulas atiborradas de rostros, los recorridos interminables en autobús, la bata blanca y el microscopio, los paseos en Vespino, los cortadillos de cidra, Osiris y la Catedral Sumergida. Todo sirvió para despegar y crecer, pero al llegar a este punto para poder continuar escribiendo aún tengo que crecer mucho más para que mientras lo hago, ni el más leve atisbo de culpabilidad frene mis dedos.
EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR
A pesar de este maremagnun en que nos han metido políticos y banqueros, pienso seguir escribiendo con entusiasmo y sonreír cada amanecer porque aunque ellos se empeñen en manipularlo todo para sentirse poderosos, yo estoy agradecida por todo lo bueno que hay en mi vida, es por eso que hoy, os dejo un cuento y el deseo de que también en vuestros rostros haya una sonrisa ante la adversidad.
http://www.youtube.com/watch?v=Id9XNgRX_fc
http://www.youtube.com/watch?v=Id9XNgRX_fc
Erase una vez un hombre que vivía en un ruidoso piso de la avenida principal de una gran ciudad. Estaba tan acostumbrado al bullicio y a las luces que era capaz de dormirse en medio del día con las ventanas abiertas de par en par.
Una tarde como tantas fue a dar su paseo habitual, las temperaturas habían subido considerablemente y lamentó no haberse informado antes. Se sintió mal y se sentó en un banco del parque. Se escuchaban tantas noticias sobre golpes de calor, que temió por su vida. Cuando se encontraba allí, a la sombra de una falsa acacia, se sintió como si estuviera totalmente solo en medio del más absoluto silencio. Le invadió un sentimiento de paz tan extraordinario que no quiso moverse del lugar en el que se encontraba, tanto así que pasó más de dos horas en la misma posición; las piernas estiradas con los pies cruzados uno sobre otro y los brazos hacia atrás, recostados sobre el banco. En ese tiempo se hizo muchas preguntas, se recriminó su actitud ante ciertas actuaciones del pasado, se culpabilizó por el daño que hubiera podido causar a las personas que quería. Repasó su piel y sus ojeras, contó sus canas y las arrugas de su frente, sintió el dolor de sus articulaciones y respiró el aire consciente de que lo hacía. Notó las pulsaciones de su corazón en su sien y aguzó sus sentidos hasta el punto de sentir como las pequeñas bolitas rojas de la acacia caían del árbol, despidiendo un olor ácido, frenadas levemente por el aire de la tarde que caía sobre el banco de enfrente.
Nunca antes se había escuchado tanto a sí mismo, nunca antes se había reconocido tan bien sin necesidad de espejo ni de personas en las que reflejarse. Ni siquiera se movió para quitarse del pelo aquellos frutos que sintiera aterrizar sobre su pelo.
Cuando, con los pies entumecidos por la postura mantenida, se levantó para tomar el camino de vuelta, ya no era el mismo, se sentía ligero y quería diluirse en el aire de la tarde y en el agua de la fuente que, por cierto, solo estaba encendida los fines de semana.
No esperó al ascensor, subió las escaleras de dos en dos, alegre e impaciente, deseando compartir su vivencia con aquella mujer de la que estaba enamorado y que debía estar ya preocupada por su tardanza.
Llamó a la puerta con los nudillos, enérgicamente, llamó y esperó que su sonrisa, como cada día, lo acogiera, seguro de que ella siempre lo reconocería aunque fuera ya un hombre diferente y nuevo.
Se miraron y como ya sabía, no tuvo que decir nada, una maleta roja con ruedas pequeñas lo esperaba junto a ella.
Salieron de la mano felices sabiendo que este era el momento que estaban esperando.
Sin rumbo, sin tiempo y sin edad, gozaron del resto de la vida diluidos en los colores de la naturaleza.
No esperó al ascensor, subió las escaleras de dos en dos, alegre e impaciente, deseando compartir su vivencia con aquella mujer de la que estaba enamorado y que debía estar ya preocupada por su tardanza.
Llamó a la puerta con los nudillos, enérgicamente, llamó y esperó que su sonrisa, como cada día, lo acogiera, seguro de que ella siempre lo reconocería aunque fuera ya un hombre diferente y nuevo.
Se miraron y como ya sabía, no tuvo que decir nada, una maleta roja con ruedas pequeñas lo esperaba junto a ella.
Salieron de la mano felices sabiendo que este era el momento que estaban esperando.
Sin rumbo, sin tiempo y sin edad, gozaron del resto de la vida diluidos en los colores de la naturaleza.
lunes, 14 de mayo de 2012
LLÉVAME BAILANDO HASTA EL FINAL DEL AMOR
Una bocanada de aire fresco entro por mi garganta al mirar el reloj y ver que la hora estaba cerca.
Aspiré el sabor de la tarde y de las losas mojadas del patio y fui a la habitación para vestirme de fiesta, elegí los pendientes de luna y el brillo chicle de labios. Alborotando mi pelo miré mi rostro en el espejo y me vi feliz y guapa, así, preparada para gozar contigo, fui a la cocina y horneé un bizcocho de naranja.
La alerta de final de cocción sonó recordándome que estaban ahí las horas y que el día, aunque a mi no me lo pareciera, seguía su imparable marcha. Sin embargo, para nosotros, el tiempo se detuvo en cuanto la música inundó la noche y las velas titilaron a su compás.
No se puede desear más cuando se contempla la vida recostada sobre un lucero y el lucero, te besa.
Aspiré el sabor de la tarde y de las losas mojadas del patio y fui a la habitación para vestirme de fiesta, elegí los pendientes de luna y el brillo chicle de labios. Alborotando mi pelo miré mi rostro en el espejo y me vi feliz y guapa, así, preparada para gozar contigo, fui a la cocina y horneé un bizcocho de naranja.
La alerta de final de cocción sonó recordándome que estaban ahí las horas y que el día, aunque a mi no me lo pareciera, seguía su imparable marcha. Sin embargo, para nosotros, el tiempo se detuvo en cuanto la música inundó la noche y las velas titilaron a su compás.
No se puede desear más cuando se contempla la vida recostada sobre un lucero y el lucero, te besa.
domingo, 6 de mayo de 2012
EL TIEMPO SIN COSTURA (DÍA DE LA MADRE)
El sobrehilado era mi especialidad. Los hilos flojos no me gustaban nada. Los pespuntes, todos igualitos que si no mamá los deshacía. Los hilvanes, los ojales, los zurcidos...
Gozaba yendo a la tienda de tejidos con mi madre. Sobre los estantes reposaban los rollos inmensos y coloridos: lunares de raso, cuadros de vichy, flores de algodón, mezclas de cheviot, rayas de bambula, lisos de muselina, transparentes de seda, ajustados de lycra, bordados en georgette... doble ancho o sencillo.
Esta tarde mientras Supertramp desayuna en América, me miro al espejo y ahí estoy, soy yo, me reconozco cuando bailo y mis ojos brillan, cuando sonrío y vuelve la adolescente con el vestido de flores azules un día de Reyes, con la camisa de bambula de cuadros y los vaqueros en los alrededores del santuario de Covadonga, con el pantalón verde de cheviot acobardada en el pupitre mientras grita la maestra o con la falda de pata de gallo, apuntando maneras de mujer.
Mientras giro al compás de la música no quiero pensar pero pienso y me pregunto si quiero volver allí para recuperar vivencias: una fiesta de fin de año, un paseo por la plaza, el sentido de la filosofía de segundo, las motas de corcho incrustadas en la piel de mi padre, el sol en el cuarto de estudio o los besos atrapados en mi boca, presos de la celda del pudor.
Supertramp concluye el desayuno y mi ritmo se ralentiza. No, no quiero volver pero que queden intactos para siempre en mi memoria, los besos de hoy y las telas de ayer, las que han atravesado conmigo todos los umbrales sin que su color se haya desvanecido con el paso del tiempo.
Aún quedan hilvanes en mi pensamiento y las prendas acabadas permanecerán para siempre en el armario de mi cerebro. En cada circunvolución un color dominante y uno secundario, un bies, un botón y una lazada de raso. Un fleco, un cordón y una presilla. Un ojal, un encaje y un volante.
Vive en mi el recuerdo de una mano temblorosa ajustando una pinza, cerrando un fruncido, bordando una flor, cosiendo una cremallera, señalando un dobladillo o cortando una entretela. La mano de mi madre, paciente y resignada. Mi madre, que cubrió mi piel con las telas más bellas porque en ellas puso su amor, en forma de puntadas menudas.
Esta tarde mientras Supertramp desayuna en América, me miro al espejo y ahí estoy, soy yo, me reconozco cuando bailo y mis ojos brillan, cuando sonrío y vuelve la adolescente con el vestido de flores azules un día de Reyes, con la camisa de bambula de cuadros y los vaqueros en los alrededores del santuario de Covadonga, con el pantalón verde de cheviot acobardada en el pupitre mientras grita la maestra o con la falda de pata de gallo, apuntando maneras de mujer.
Mientras giro al compás de la música no quiero pensar pero pienso y me pregunto si quiero volver allí para recuperar vivencias: una fiesta de fin de año, un paseo por la plaza, el sentido de la filosofía de segundo, las motas de corcho incrustadas en la piel de mi padre, el sol en el cuarto de estudio o los besos atrapados en mi boca, presos de la celda del pudor.
Supertramp concluye el desayuno y mi ritmo se ralentiza. No, no quiero volver pero que queden intactos para siempre en mi memoria, los besos de hoy y las telas de ayer, las que han atravesado conmigo todos los umbrales sin que su color se haya desvanecido con el paso del tiempo.
Aún quedan hilvanes en mi pensamiento y las prendas acabadas permanecerán para siempre en el armario de mi cerebro. En cada circunvolución un color dominante y uno secundario, un bies, un botón y una lazada de raso. Un fleco, un cordón y una presilla. Un ojal, un encaje y un volante.
Vive en mi el recuerdo de una mano temblorosa ajustando una pinza, cerrando un fruncido, bordando una flor, cosiendo una cremallera, señalando un dobladillo o cortando una entretela. La mano de mi madre, paciente y resignada. Mi madre, que cubrió mi piel con las telas más bellas porque en ellas puso su amor, en forma de puntadas menudas.
viernes, 4 de mayo de 2012
SENSATEZ Y PERSEVERANCIA
Con los ojos cerrados atraviesas los muros que limitan tu vuelo, no hay río valle o montaña que no hayas contemplado desde tu corazón. Conocedor de los designios divinos duermes apaciblemente porque sabes que el ahora es lo que cuenta. La grandeza de tu alma te permite elevar la sonrisa hasta la cima más alta que no es otra que saber lo que hacer en cada momento.
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