Traduciendo los sentimientos

lunes, 31 de enero de 2011

La música del alma

Esto era una vez una chica que se encontró con un amigo en un recodo del camino. Él la saludó efusivamente porque aunque se veían a menudo siempre se alegraban de verse.
- ¿Cómo te va? - le preguntó- ¿qué haces ahí tan detenida?
- Sólo mirar el paisaje- le dijo ella- que es precioso en estos días de invierno, con la nieve en las copas de los árboles y el sol inundando la tierra. Mira como el vapor de agua se eleva de las laderas, parece un paisaje de cuento, pensaba en que podía haber traído la cámara y hacer unas fotos. ¿y tu que haces?
Antes de que él contestara y sabiendo de sus recientes planes para el futuro, se adelantó a lo que él pudiera decirle y comenzó este cuento:
Seguro que estás preparando clases... ¿de guitarra? ¡ah que buena idea! eso es lo que deberias hacer, abrir horizontes en el campo de la música que te iba a dar muchas satisfacciones ¿no crees?fíjate qué buen profe de guitarra harías con tus punteos sobre las cuerdas : ñigñig ... ñigñig...
afina esa guitarra chiquillo que han salido los sapos a ver si era una rana nueva en el charco, han asomado los ojos saltones y mirado de un lado a otro haciendo circulos con sus ojos ¡nada por aqui nada por allá! y se han zambullido de nuevo, pero uno de ellos que es muy docto en temas musicales, uno que ha comprendido que no era una hermosa hembra de su especie, se ha quedado sobre una hoja verde y blanca y está con la oreja puesta a ver si se repite el soniquete. Cuando has vuelto a tocar ha arqueado las cejas y estirado su grueso cuello tratando de averiguar de dónde viene el sonido y por fin te ha visto a través de los juncos que componen su paisaje, ahí, a lo lejos sentado bajo un árbol, con la camisa blanca y los vaqueros, muy peinadito y con la guitarra sobre tu regazo, a tu alrededor ha observado con curiosidad a todos los aprendices de músico que te rodeaban:
Un canario flauta, un jilguero de alas vestigiales, un saltamontes del color de las aceitunas, una hormiga cabezona y una abeja reina.Todos estaban entusiasmados sabiendo que en tu parte del bosque habría clases de solfeo y guitarra.
Al sapo Le ha llamado tanto la atención lo variopinto de tus pupilos que se ha quedado a escuchar para saber qué motivos les han conducido hasta ti, lo que él no sabía es que tú estabas igual de impresionado.
Cuando has llegado, a las siete en punto, como les había anunciado, esperabas encontrar otro tipo de público, uno más... no sé... más parecido a ti, con dos patas y dos brazos, público que caminase erguido a ser posible del género femenino, con pestañas espesas y pechos turgentes, así que cuando has visto a estos animalitos tan escuálidos, al principio te han dado ganas de irte pero como eres una persona formal y responsable, te has quedado de pie y ellos ansiosos te han rodeado, entonces tú ha establecido el diálogo o más bien el interrogatorio.
-¿Por que habéis venido?
La abeja reina ha roto el silencio diciendo: tengo una corte de zánganos que siempre están dispuestos a hacer lo que yo les diga, un desfile de obreras que tienen tanto trabajo que nunca saben como divertirse así que en mi colmena nunca hay música y se lo he reprochado, ellos que saben que no me pueden llevar la contraria han agachado la cabeza entristecidos por no poder complacerme, entonces mi vida ha pasado por delante de mi en un segundo y me he dado cuenta de que nunca he hecho nada por ellos asi que me he dicho, aprenderé a tocar y así podré amenizar las tardes de trabajo y hacer que el amor se acompañe de la música.
El canario flauta, al hilo de la abeja ha explicado: yo sólo se hacer un tipo de sonido y estoy harto de ese mote, "canario flauta" "canario flauta", si la flauta ya la tocan hasta los niños en la escuela, los malos y los buenos, tendré que especializarme en algo más para que el mote se diluya en el tiempo y a mis hijos les reconozcan sus aptitudes musicales. Tú me enseñarás a mi y yo a mis hijos y nietos.
El jilguero de alas vestigiales siguió: soy muy desdichado porque no puedo volar con lo cual siempre tengo que estar en la misma rama o en las adyacentes a corta distancia de mi nido, mientras mis hermanos salían a cazar gusanos yo tenía que quedarme quieto y escondido, sin ser útil a nadie, ahora que ya tengo una familia, mi señora se tiene que encargar de buscar las ramas para el nido y traer comida a nuestros polluelos, el otro dia hablábamos ella y yo y le dije lo mal que me sentía por ser tan inútil, ella me dijo que yo era su amor y el que ponía la música en su vida y yo me entristecí más al pensar que ni siquiera canto bien. Es por eso que he venido a aprender para que ahora me diga que soy la música de su vida con mas razón que nunca, para que tenga siempre un motivo para quererme y para enseñar a mis hijos a comprender la vida al compás de las notas musicales.
La hormiga cabezona que esperaba impaciente dijo: a mi lo que me ocurre es que como tengo la cabeza tan gorda y tan descompensada con respecto al cuerpo, me estoy siempre cayendo para adelante y tantos golpes me doy que estoy perdiendo el sentido del equilibrio, cuando vi por primera vez una guitarra pensé que si tengo una, haciendo algunas prácticas lograré establecer una comunión entre cuerpo y cabeza, hasta ahora no vi el momento oportuno de tenerla porque a pesar de ser cabezona soy razonable y coherente y me preguntaba ¿y de qué me sirve una guitarra si no se tocarla? seré el hazme reir del hormiguero con la guitarra inutilizada sobre mi pecho, por eso, cuando he visto que ibas a dar clases he pensado que este es mi momento y aquí estoy para lograr el equilibrio y para hacerme más sensible, porque me dicen que soy tan cabezona que nunca escucho los corazones y que la música es buena para aunar mente y alma ¡ese es mi motivo!
Pues yo, dijo el saltamontes color aceituna, en realidad no había visto el cartel, ni me había enterado de que dabas clases ni nada de eso, pero vengo de otro hábitat y me encuentro solo, he llegado hasta aquí transportado por el viento, mis compañeros y yo fuimos sacudidos por una fuerte tormenta y en la camino nos hemos ido separando por esas cosas que tiene la vida, he aterrizado en esta parte del bosque y me ha gustado su sonido y su luz, he escuchado que pasas todas las mañanas para ir a trabajar y que luego vuelves para comer, que no te gustan las lentejas y que cuando llegas a tu casa deseas que la comida esté lista porque si no, te pones nervioso, pero que luego te arrepientes de ser así y te disculpas con tu madre. He escuchado que pasas muchas horas solo caminando por los bosques, que te gusta la música bluesera y las trilogias de caballeros de la tabla redonda, que no tienes un castillo ni lo quieres tener pero que te encantaria saber como colocaron una a una sus piedras, que a veces estás melancólico porque llevas en tu corazón heridas de otros tiempos pero que a pesar de todo esperas que la vida te regale una ráfaga de aire fresco un día, sin pensar, al doblar una esquina.
Yo he doblado la esquina porque venía en esa ráfaga de viento y me he encotrando este paisaje y te he encontrado a ti, y creo que aprenda música o no, nos vamos a llevar muy bien.
Después de estos razonamientos iluminados por la sabiduria del alma de los que considerabas sin ella, te has quedado tan perplejo y encantado que ya no deseas, por nada del mundo, cambiar estos alumnos por otros de rasgos caucásicos ni siquiera de curvas caucásicas, al menos, no en este bosque, no en estas clases.
Después de ver tu cara de perplejidad y satisfacción, el sapo sensible a la música ha abandonado por unos instantes su medio semiacuático para ir a saludarte, sus ojos se han movido en un gesto aprobatorio y ha preguntado ¿podría yo asistir también a tus clases?
Tú, después de todo lo escuchado, ni siquiera le has preguntado el motivo, has asentido con la cabeza y te has puesto a tocar una de tus piezas favoritas.
Tu parte del bosque ha sonado distinta esta tarde y los ecos de la música han llegado hasta zonas inusitadas, los árboles se han danzado con el viento y todos los animalitos grandes y pequeños han festejado la alegría de vivir.
-Sin palabras-ha dicho el chico a su amiga- me has dejado sin palabras, por tu desbordante imaginación.
-Es un regalo para ti, en esta tarde de lunes- ha dicho ella sonriente,luego ha proseguido su camino.

domingo, 30 de enero de 2011

Las imágenes del recuerdo

Hacía un sol espléndido, no se podía desperdiciar la mañana.
Encontré la puerta de entrada y me asomé al patio, que por supuesto no estaba como lo recordaba, su estado "salvaje" ha sido sustituido por un bonito patio acorde con el entorno. Entré, intenté recordar en qué lugar nos poníamos a escuchar esos conciertos, la memoria no me ha permitido centrarme al cien por cien, pero no importa, eso es lo bello de los recuerdos: la esencia permanecía allí, intacta, inocente, sonriente y llena de vida.
He pasado un buen rato sentada en un banco, estaba inquieta porque veía en el movimiento de las personas que iban a cerrarlo al público, por hoy, de un momento a otro. He salido queriendo quedarme un poco más, pero como en aquella otra ocasión, llego el momento de abandonar el lugar y lo he hecho no sin antes, traer este testimonio en imágenes y palabras.

sábado, 29 de enero de 2011

La luna baila

Estaba yo tan feliz anoche siendo viernes, con mi música particular en el corazón y hoy montaron aquí frente a mi casa, en un espacio cercano al parque infantil donde pasean los dueños y sus perros, montaron decía, un escenario y dos jaimas, un montón de sillas alineadas y una barra a la que no le podían faltar sus grifos de cerveza, que para eso estamos en Andalucía.
Por la mañana el montaje y las pruebas de sonido, el chico de la batería se lo ha pasado bomba desde luego pero anda que yo... ni de las noticias me enteraba así que decidí ir a otro parque, uno más lejano. El ascensor estaba estropeado así que las cinco plantas que me separan del garaje, un ratito a pie y otro caminando.
En el parque me han leído unas páginas amenas e interesantes, mientras escuchaba con atención miraba a los patos que se bañaban en el estanque. Una niña empeñada en cogerlos o asustarlos ha estado corriendo de un lado para otro todo el rato mientras yo, soñadora, aprovechaba los últimos rayos de sol que hoy tímidamente han salido. El frío ha podido con la ensoñación y he tenido abandonar el banquito, el estanque y el parque, pero la magia ha continuado y así en la vuelta también he estado acompañada.
Ya en casa, desde el balcón he podido comprobar para mi disgusto que estaban reactivando la fiesta que había quedado adormecida por la sobremesa. Los cristales han empezado a retumbar a eso de las siete y media y unos escasos neones azules y rojos me enviaban destellos zalameros.
Escucho mejor la música que me nace en el corazón cuando en el parque hay perros, aunque ladren, aunque sus amos les griten porque son desobedientes, aunque se peleen entre ellos, amos y perros, cada uno, claro, con el de su especie. Así la noche se ha adentrado en la ciudad, la oscuridad en la habitación y yo en la cama y la música incansable sigue y sigue y los cristales protestando, retumban en mis oídos sin dar tregua... ¡anda mira! ahora suena una canción que me gusta, una de Triana... " el pájaro blanco echó a volar, en nuestros corazones en busca de una estrella fugaz"..."has de ser como la mañana del díaaaaaaaaaaa que te conocí"... jajaja, al final tendré que alegrarme y todo de que esta noche, la luna se haya puesto el traje de media gala para contonearse y dejar impresa su huella más genuina en los árboles del parque.

jueves, 27 de enero de 2011

Machacando la dignidad

Sale a trabajar por las mañanas, tempranito y con buen humor, el lema que se aplica es: Este día no se va a repetir más.
Buen lema, si señor, tanto me lo parece que lo he adoptado para mí.
Bien arreglado, aunque en esta nueva empresa, que actúa igual que la anterior, no tiene que llevar corbata ni chaqueta. Se dirige a la reunión de primera hora de la mañana, después de oír el repetido discurso alentador, o lo que pretenda ser, va a la calle, no por pasear, no, va a patear las calles, literalmente. Visita un bloque, luego otro, después otro y los va tachando de su plano de referencia y de su plano mental. No siempre los barrios a los que va son " normales"en muchos de los casos, empiezo a pensar que, en la mayoría, va a barrios en los que hay que llevar el ojo en la espalda.
A mediodía se impone comer fuera, no se puede perder el tiempo, hay que reunirse de nuevo, para ver que se ha hecho, cuantos bloques se han tachado del plano, reorganizar la ruta, en fin, una comida distendida donde las haya porque a veces incluso discurre en los coches, hay que ahorrar, llevarse la tartera, el bocata de tortilla o lo que caiga que luego ya en casa cenará las verduras o el pescado que faltó en la comida.
Sobre las nueve de la noche aparece, abre la puerta y muchas veces. lleva el lema tan grabado en su mente, que entra sonriendo como cuando se fue.
Se ducha y devora la cena mientras cuenta las anécdotas del día.
Balance general:
Ingresos
Con suerte, un contrato realizado después de trece horas pateando las calles y subiendo escaleras, visitando algunas casas donde si se descuida le roban el euro para el café... eso supone a lo más, sesenta euros, si es que al final no se cae el contrato.
Gastos
El de la gasolina para desplazarse.
El de las suelas de los zapatos.
El de la comida de mediodía cuando no lleva su tupper o bocata.
Decepciones
Él y sólo él tiene que responsabilizarse de su trabajo porque su jefe, que lo es para cobrar las comisiones y vivir a costa de engañar a él y a otros, no lo es para darle de alta en la Seguridad Social porque le vendió la ilusión de que es su propio jefe, así que mientras hace o no clientela, nadie cotiza en la seguridad social por él, ni siquiera él.
Conclusión
Es admirable su resistencia ante las adversidades.
Reflexiones finales
¿Quién y cuándo va a poner freno a esta precariedad laboral y a los abusos de las personas que en nombre de la crisis machacan la dignidad de las personas?
¿A qué edad se tendrá que jubilar para poder cobrar una pensión que le permita comer?
¿Importa la edad a la que se vaya de la política un buen o un mal político para asegurarse una pensión vivir como un magnate? ¿Hay algún sindicato o político de la oposición que haya propuesto un plan para denunciar tamaño despropósito?

miércoles, 26 de enero de 2011

Nunca a la fuerza

Un día llegó a un bosque en el que nunca antes había estado, a decir verdad, llegó de casualidad, porque se extravió en el camino que la conducía a su casa. Cuando vio la majestuosidad de los árboles, la consistencia de los arbustos y el porte de las herbáceas, cuando pisó firme y sus pies se hundieron en una alfombra de esperanza, cuando en su cuerpo se enredaron los azules, amarillos, violetas, naranjas y blancos de las flores, cuando sus oídos se llenaron de cantos singulares y en su paladar estalló el sabor de una fruta roja, cuando se sentó y con sus manos pudo apreciar las mil y una textura presentes en las hojas, cuando descubrió que el aire tiene olor y canta, entonces no quiso volver sobre sus pasos hasta la encrucijada en la que había errado, por suerte, el camino.

lunes, 24 de enero de 2011

Es lunes...

...claro que es lunes ¿y qué? Dicen que los lunes cuesta más... pero a mi lo que me cuesta hoy es teclear, pero no porque tenga las manos frías, que también, me cuesta porque estoy obtusa hoy, de esos días que se te quedan atrapadas en el pensamiento las ideas, de esos que tienes muchas cosas por decir pero nadie tiene tiempo suficiente para escuchar, de esos en los que te sientas para coordinar todo lo que llevas dentro y al final todo se concluye en una sola frase y las demás palabras luchan por arrebatarle el sitio, por combinarse de otro modo, para decir algo más, para tomar protagonismo, para expresar cosas que a los sentidos básicos se le escapan, pero... si a los sentidos básicos se le escapan ¿de dónde salen entonces? ¿en qué espejo se han mirado?
Es difícil expresar, con una buena frase, un sonido, muy difícil explicar lo que se aprecia degustando, tanto, que hay que recurrir a las consabidas comparaciones, más aún lo es describir un olor, para aproximarse y que nos entiendan hay que tirar de recuerdos... si hablamos de las sensaciones táctiles, uf, mejor no hablar... entonces, cómo expresar algo que no se percibe con ninguno de ellos, algo que está compuesto por sensaciones interiores, que se percibe a través de la piel como si te miraras hacia dentro, como si los oídos se hubiesen vuelto del revés, como si palpases los recovecos del alma, como si experimentases el sabor y el olor de la esencia que, quizá, tal vez, eres.
Muy difícil y siendo lunes...

domingo, 23 de enero de 2011

DEDICADO A DANSILO

Era por el año 81 que frecuentábamos el Convento de San Clemente, algunas veces para asistir a conciertos de música clásica de los que, aunque me apena, no recuerdo ni los intérpretes ni todos los instrumentos que allí escuché por primera vez.
Por aquella época llevaba siempre tacones altos, muy altos, ya fuera con vaqueros o con vestidos y disfrutaba plenamente de este tipo de actividades, seguramente porque nunca se me había presentado la oportunidad de conocer este mundo, como dice una persona a la que quiero con locura "no sería el momento".
En otras ocasiones, el Convento de San Clemente nos sirvió como escenario para pasar las mañanas soleadas de sábado disertando sobre cuestiones sobre las que a veces no tenía ni idea, por lo cual me convertía en una excelente oyente y una mala conversadora. El sol se rendía a los pies de las flores salvajes y oportunistas que crecían a su antojo y nosotros nos rendíamos ante el sol que cálidamente se apoderaba de nuestra piel, sacándonos esa euforia que dan los días espléndidos.
En uno de esas disertaciones estábamos o tal vez en algún silencio cómplice cuando apareció un galgo moteado, escuálido y huidizo, nos llamó tanto la atención, nos parecía estar tan aislados del resto del universo en aquel pequeño paraíso encontrado en el centro de la ruidosa ciudad, que rápidamente nos miramos y nos reímos con la aparición, lo llamamos haciendo chasquidos con los dedos pero no vino. Tan escarmentado estaría de confiar en quien no debió que decidió no romper aún su estrenada pose de indiferencia. Sólo había que mirar dentro de sus ojos para saber que era eso, una pose para esconder el miedo o el rencor ¡qué sabemos allá lo que los animales albergan en su memoria!
La siguiente vez que fuimos deseamos que estuviera allí y lo buscamos, tardó un rato en llegar pero se acostó un poco más cerca. Ese día le pusimos nombre: DANSILO ¡qué bien sonaba cuando lo pronunciabas tú! quizá porque eras más de bata que de botas y yo, todo lo contrario.
¿Qué nombre es Dansilo? nos preguntaron cuando lo comentamos a los amigos. Forma parte del nombre de una sustancia que escuchamos nombrar en las clases de bioquímica: cloruro de Dansilo, explicamos.
Muchas más veces asistimos a conciertos: de piano, de clavicordio y de otros instrumentos solos o combinados, muchos más sábados nos sentamos en áquel nuestro patio salvaje que sólo quisimos compartir con los fenómenos atmosféricos y con Dansilo que se hizo nuestro amigo inseparable hasta que cerraron aquella puerta que nos llevaba al silencio monacal sin estar recluidos.
Algún tiempo después otros animales, reales y de ficción heredaron aquel nombre que simboliza una época de apuntes y noches de no dormir, de música clásica y cervezas, de disertaciones y monólogos, de amor y desconsuelo, de euforias e incertidumbres, de lluvia en el pelo y pasos en la arena, muchos lo heredaron pero ninguno consiguió, ni de lejos, lo que de nosotros sacó aquel galgo famélico, quizá fuera porque ellos, nunca escucharon su nombre en tu voz.

miércoles, 19 de enero de 2011

Si Einstein levantara la cabeza

En cada movimiento de la aguja del tiempo, que no existe, se acorta el espacio, que no es, y nuestras almas se encuentran, se fusionan en un hálito de ilusión y magia rebelándose, imponiéndose al letargo de los días.

martes, 18 de enero de 2011

EL SUR EN EL QUE VIVO

Te diré amigo que hoy el Sur gozó de un sol espléndido, después de desprenderse del aire gélido y la neblina húmeda que trata de vencerlo en estas mañanas de invierno, bueno, al menos eso ocurre en el Sur en el que me muevo. Es gozoso salir del trabajo y encontrarse de frente con el astro rey que te doblega como siempre que él quiere y te despoja de las prendas más superficiales. Abrigo, gorra y casi jersey en la mano para tomar, de forma cómoda, el camino a casa. Antes, el cigarro de la conversación de final de jornada, no el que yo fumo que no he fumado nunca, sino el que de forma pasiva se hace presente. Malos tiempos para los fumadores, o quizá sean buenos, dependerá del cristal con el que se mire.
Atascos en la capital, gentes que llevan la prisa implícita en su vida, trayectos zigzagueantes impuestos por los semáforos de doble dirección, interrupciones por los aparcamientos en doble fila... al final, después de una larga avenida, un giro casi peligroso a la izquierda y la puerta de la cancela se abre. Fin de trayecto.
Acabó la jornada laboral y empieza la tarde. Voy a la cocina y traigo el plato humeante a la mesa y mientras como no pienso o tal vez pienso demasiado o quiero no pensar y concentrarme en lo que como, así no alimenta la comida, escucho en una voz que me transporta a la niñez. Y sigo comiendo. Aquí en este Sur donde estoy no hay MAR pero hay parques, lo que ocurre es que a veces los parques están vacíos o demasiado llenos y deambulo por la casa y miro el reloj y es temprano para unas cosas y tarde para otras. Céntrate, me digo, céntrate y disfruta el momento. Cojo un libro entonces o pongo música según el día y la circunstancia. He mirado por la ventana mil veces tantas que el sol ha acabado sonrojándose por mi mirada insistente y le ha dicho a la luna que venga ella y lo releve, obediente, la luna empieza a hacer acto de presencia y está bella, redonda y casi plena, mostrándome su cara más afable, aquella en la que asiente y me comprende.
Alrededor de las seis una brisa fresca y renovadora ha entrado en la casa, no se por donde entra cada tarde, porque todo está cerrado en estos días, sin embargo, llega y me encuentra envuelta en música de jazz o tango. La hora mágica, la del sándalo y las velas encendidas, la de las mariposas en el alma, la de la luz en los ojos y las nubes de algodón en el pelo.
En este Sur en el que vivo y al que miras, por la mañana se despierta una mujer que a decir de muchos no tiene grandes esfuerzos que hacer para esbozar una sonrisa. En este Sur que habito, cada noche cierra los ojos una mujer agradecida que se acuerda bien de todos los seres queridos que pueblan su paisaje en el devenir de los días.
Aquí no hay MAR para dar un paseo, pero siento su bruma y su grandeza en los paseos de los que como tú, amigo, pueden disfrutar de su belleza cada día.

lunes, 17 de enero de 2011

LUNA

La llamaron Luna y nació una noche de primavera. Era inquieta como la brisa que acompañó su nacimiento en la tarde y cálida como el sol que alumbraba el paritorio donde su madre, después de unas largas horas exhaló un grito ahogado de júbilo para que las batas verdes y blancas que la rodeaban no se distrajeran de su tarea. Luego, después de un rato de comprobaciones para pesarla, medirla y lavarla, se quedaron solas en una habitación, ninguna de las dos pasó una buena noche. Luna seguía inquieta y a la madre le habían puesto tan mal la anestesia que el parto dolió como cualquier otro, sin embargo, sus piernas quedaron laxas e incapaces de ponerse en pie en aquellas horas de necesidades primarias para ambas.
A la mañana siguiente pudo enderezarse para ir a arrullarla y la meció entre sus brazos.
Luna creció igual que nació, inquieta, aprendió a sonreír muy pronto cautivando con sus grandes ojos expectantes a todo aquel que osase mirarla. Como nada le parecía suficientemente divertido buscaba sin parar actividades con las que entretenerse y así aprendió muy pronto a atarse sus zapatitos de invierno. Descubrió el placer de encontrarse libre de todas las ropas que su madre le ponía para evitar sus constipados continuos, aprendió a encontrar y quitar después, cualquier adorno que llevase en el pelo y también supo enseguida, correr hacía los brazos abiertos de aquellas personas que en algún momento le hubiesen mostrado cariño.
Luna no era una niña sobresaliente en la escuela, estaba reñida con las operaciones matemáticas y con los ejercicios memorísticos. Entre sus habilidades estaba la lectura, la escritura y el baile: fandangos, seguidillas o sevillanas...pero hasta de eso, que tan bien hacía, se aburrió en algún momento de su vida. Quizá fue en esa época en la que empezaron a abrirse las grietas entre ella y su madre. Luna nunca comprendió los motivos que la llevaban a increparle mientras se sentaba a su lado repitiendo ¡no prestas atención, no prestas atención! y lejos de tomarle gusto al estudio compartido, huyó como alma que lleva el diablo, estrenando así la parte difícil de sus vidas, la parte en la que ella ocultaba y la madre intentaba averiguar, la parte en que las horas en el parque empezaron a hacerse minutos, la parte en la que los silencios daban paso a los sermones, la parte en que la tozudez por ambas partes ganó la partida a la ternura.
Lo peor o lo mejor de todo es que Luna y su madre se querían tanto como chocaban y la relación de amor-rechazo se hizo la dueña de sus momentos.
Un día sin que ninguna se diese cuenta, entró de puntillas lo ajeno y allí encontraron las dos un hueco particular, feliz y lleno de expectativas. Desde entonces se reúnen en la intersección entre ambos mundos, justo en ese lugar en el que el sol forma un círculo invisible, a veces iluminado y otras presidido por la oscuridad más absoluta. Se besan, se abrazan y se cuentan cosas, todo porque en el fondo de sus corazones persiste el anhelo de mantener el estrecho vínculo que nació una tarde de castañuelas a pesar de ser la tarde en la que cortaron el cordón umbilical que las unía.

jueves, 13 de enero de 2011

¿La crisis, la globalización o el carácter amarillo?... o es sólo que me hago mayor

Irremediablemente tuve que salir para comprar algunas viandas y vestir de color las baldas del frigorífico, cansada ya del blanco hospitalario impuesto por los días de ausencia en la ciudad y por la desidia que me provoca, cada día más, la tarea de llenar el carro, vaciar el contenido en la cinta transportadora, recogerlo en bolsas, llevarlo hasta el maletero, subirlo a casa, sacarlo de nuevo de las bolsas y colocarlo esparcido por los distintos muebles de la cocina.
Bien pues como "cuando hay que ir, se va" bajé las escaleras y emprendí el camino. Me llamó poderosamente la atención el hecho de ver como en poco tiempo algunos negocios han cerrado y en su lugar han aparecido otros, pero me llama más la atención que en un pequeño radio, todos los nuevos negocios están regentados por chinos: Supermercados, bazares, zapaterías, y hasta bares con tapas típicas andaluzas. Que sí señores y señoras, que sí, que los caracoles y las cabrillas tienen ahora sabor a bambú y setas chinas.
Ahora viene la segunda parte:
¿Por qué además de llamarme la atención me sobrecoge un poco el panorama?
Bueno, habrá que sentarse y reflexionar.
¡Lo tengo, lo tengo!
No es la invasión amarilla en sí misma la responsable de mi inquietud, he explorado mi mente y he podido ver que acompañando a esos cierres y nuevas aperturas van las pintadas grotescas (graffitis de pésimo gusto) en los muros colindantes y es ese entorno el que me inquieta, me ha hecho recordar aquellas películas que veía cuando tenía dieciocho años, aquellas que sólo eran películas donde las calles estaban vacías, los jóvenes formaban bandas (a cual más borde y "justiciera") donde las bocas de metro aparecían mal iluminadas, calles desoladas por donde circulaba un transeúnte de cuando en vez, las que daban protagonismo a la violencia gratuita, los negocios cerrados, la soledad y tenebrosidad de una noche incierta y, en fin, la desolación más absoluta.
Antes de llegar a casa, encontré a una amiga que venía del gimnasio, una mujer llena de energía y positividad donde las haya, hicimos juntas el último trayecto de modo que cuando abrí la puerta de casa la inquietud había desaparecido de mi rostro, pero ahora me digo, si estoy aquí escribiendo sobre ello... quizá no se fue del todo.

martes, 11 de enero de 2011

Desarrollo de la Competencia Matemática

Diez días, doscientas cuarenta horas, catorce mil cuatrocientos minutos, ochocientos sesenta y cuatro mil segundos. No haré la cuenta de los besos, las caricias y las risas. Cerraré los ojos que es tarde y mañana seguiré sumando.

lunes, 10 de enero de 2011

Y ME MANTENGO

Esa frase escrita en la anterior entrada, salió de lo más profundo de mi corazón ya que aunque las teclas las impulsó el cerebro y sus engranajes, por alguna extraña razón que a veces pasa, éste se obnubila, entra en estado de semiinconsciencia y cuando con su cordura recuperada lee lo que allí dice, no se reconoce para nada en el texto: ¿ esto he escrito yo? gritan a coro todos las células que componen la plantilla fija, en ese momento miran con indignación a las que pueden estar en más de un cometido, recriminando lo poco especializado de su función y como, debido a eso se pueden encontrar por el mundo, textos en los que la razón no aparece por ningún sitio. Mientras tanto, en un lugar no tan recóndito como siempre lo han pintado, en un lugar accesible a los que VIVEN, la risa brota de bocas inexistentes y los sonidos se extienden llegando hasta células y nervios que cada vez más irritados se preguntan por el motivo de tal mofa.
Nos reímos, aciertan a decir mientras su voz se quiebra por la felicidad, porque por mucho que busquéis no nos vais a encontrar, porque siempre cometéis el mismo fallo: el ego os mata, creéis que desde esa atalaya que es el cerebro podéis controlar todo lo que sucede en cada ser, en cada órgano, en cada gota minúscula de vida y sin embargo, no os dais cuenta de que nosotros con nuestra "imperfección" recorremos en mucho menos tiempo los ojos de una persona poniendo un brillo especial en ellos, somos capaces a la vez de resbalar por su cuerpo y hacer que su vello se erice, de entreabrir sus labios para que exprese una encantadora y amorosa sonrisa, de enviar colores a su piel resaltando la belleza de lo natural, de acelerar su corazón hasta el punto de detectarse su movimiento en el aletear de una camisa desabotonada, de producir calor en las manos que se estrechan. Mientras pensáis en qué hacer ante determinadas situaciones, mientras barajáis entre varios objetivos a conseguir, nosotros ya estamos actuando ¿impulsivamente? tal vez, pero ¿es que acaso el amor no lo merece?