Traduciendo los sentimientos

miércoles, 27 de abril de 2011

LA VIDA CONTENIDA EN UN BREVE TEXTO

Corre el mes de abril, un mes bello de nombre y hermoso por lo que evoca. El sol está como los tiempos, escaso. Pareciera que guarda su fulgor para mejores días ahorrando en luz y temperatura. Así y todo es abril, es primavera y eso se nota en el cuerpo, acomodado al ritmo de las estaciones.
Del mes de abril un día, un día señalado en mil agendas y calendarios, un festivo en cientos de localidades pero sobre todo un festivo en el corazón que se viste de gala y enrojece su sangre, empeñado en la tarea de llenar de vida la piel. Un corazón que hoy no late con el sonido habitual porque en este tiempo ha ensayado un canto nuevo a ritmo de saxofón y flauta travesera.
Del día de abril una hora, no una hora cualquiera, la hora en la que el oído está atento y los ojos se mueven buscando un sonido, el que el corazón ensayó durante tantos días, una hora bella como ninguna, susurrante y cálida, armoniosa y tranquila, brillante y sensual, dulce y risueña.
De la hora, un minuto, el minuto anhelado en el que todo está dispuesto para la ceremonia. El minuto más bello que jamás existió, el que llega acompañado del toque de una sirena estrepitosa que se camufla en el sonido del eco que produce un nombre repetido y ampliado en el cerebro, tu nombre, rotundo y sonoro, tu nombre, alrededor del que giro y revoloteo al compás de las notas del saxofón que en el aire se entrelazan con los de la flauta travesera, igual que mi boca y tu boca se enredan, como trepan nuestras manos y se encuentran, pulsando palmo a palmo la piel, pulsándola y sintiendo el fluir de la sangre roja y clara que recorre cada pliegue.
En un suspiro de aliento entrecortado, mientras pronuncio tu nombre, en verso o en prosa, mientras me aferro a tu abrazo para que no acabe el minuto, ni la hora, ni el día de abril, llega el segundo, un segundo fugaz y eterno que da paso a un beso, un beso con posibilidades infinitas, un beso que cabe en otro beso, que se ríe y escucha, que recorre y estremece, un beso en el que se dibujan dos palabras con el cálido aliento de nuestros cuerpos a la vez que suenan como un trueno, rotundas, electrizando el aire de primavera. Entre risas vamos desprendiéndonos suavemente, sabiendo que en cada segundo se repetirá la estridencia del amor y el silencio de los besos.

jueves, 14 de abril de 2011

EL DÍA FELIZ QUE ESTÁ LLEGANDO

                                  Y a veces hay que leer entre líneas y echar una mano al destino.

El día feliz que está llegando

Silvio Rodriguez

Se está arrimando un día feliz como hace un barco tras los meses se esta acercando un día de abril un día de abril se va a arrimar a los finales de noviembre. Y yo me apego más al mar mi hermano doble de los peces yo enciendo leña en el hogar que vio brillar la tempestad que guía el curso de estos meses.
Se está arrimando un día de sol un día de duendes en añejo se acerca un pájaro feroz zumbando al goce de tu olor se acerca un tiempo de conejos.
Y a mi me escarba la ansiedad me escarba hondo acá en lo blando me escarba simple de escarbar como para que se hunda más el día feliz que está llegando.

domingo, 10 de abril de 2011

De refranes y otras paranoias

Un día normal, pero menos. Domingo en la mañana. Abrió los ojos a la luz y esbozó una sonrisa, tenía que ser este un bonito día de primavera, un día especial, distinto, sobre todo tenía que ser un día en el que pese a todo no se entristeciera ni un segundo y nada, absolutamente nada haría mudar su semblante sonriente.
Como debía ser un día distinto, se levantó sin dudar un segundo y al cabo de un rato, salió a la calle, se dirigió a la Iglesia, aunque no fuera para oír misa, que eso le daba lo mismo, el fin era estar un ratito en silencio, dando gracias por multitud de cosas que consideraba había que estar agradecidos. Compró pan más tarde y volvió por la acera donde daba el sol que era temprano y soplaba el vientecito mañanero y fresco. No llegó a cantar en alto, o tal vez si, no recuerda, pero su corazón estaba cantarín y ya en casa, haciendo unos deberes, escuchó, por casualidad un especial de Silvio Rodriguez. Vaya, qué curioso, esas melodías la transportaban a otro tiempo, qué nostalgia más bella; su madre llegó a aprender bien todas aquellas canciones que sus hermanos y ella tarareaban sin descanso, y mira que las letras no eran nada fáciles, que a veces hasta el estribillo era diferente. Qué bueno poder disfrutar de una bella melodía mientras haces lo que te gusta y el sol entra por la ventana... pero como la vida tiene esas cositas, a partir de mediodía, y aún estando el sol presente y la brisa de primavera, se sucedieron una serie de detalles que contra todo pronóstico, al menos hoy, le cambiaron el semblante y eso que ella se lo propuso hasta aburrir. Ese refrán del hombre propone y Dios dispone, le cayó hoy fatal y así se sucedió la tarde, entre la azotea y la silla, ahora tiendo, ahora escribo, ahora miro el reloj, ahora leo, ahora recojo la ropa, ahora medito y así, se fue el tiempo ¡qué pena! con la sonrisa semiperdida en la maraña de pensamientos que, otros días, no tan especiales, también llegan a visitarla y sin pedir permiso se apoderan de su espacio, como aquella VISITA INESPERADA, que llegó y dejó su huella en la salita de espera aún después de haberse marchado, como otros días debajo del roble mirando como el cielo pasa de azul claro a azul oscuro sin pasar por los colores intermedios.
Llegó la noche y se recompuso, a fuerza de voluntad propia porque le gusta más ese otro refrán que dice: No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. Menos mal.

viernes, 1 de abril de 2011

Un homenaje en vida a los hombres de Fukushima

Y de pronto sus vidas se truncaron y se rompió la monotonía de los días. Bendita monotonía pensaban ahora que se había esfumado por completo. Bajo sus pies todo se cimbreó los suelos se resquebrajaron, las paredes se agrietaron y los techos derrumbados sobre sus cabezas vinieron a poner el colofón a los momentos de pánico. El agua inundó las calles, se metió entre los escombros y arrasó más de una vida que se debatía por proseguir, aferrada a cualquier cosa que pudiera servir de anclaje. Lo peor no quedó ahí, porque fuera, la mole incandescente construida en una zona poco segura amenazaba con devolver como respuesta a tal sacudida una bocanada de humo contaminado de partículas letales. Las personas que hasta ese momento se quejaban de cosas banales, de las que nos quejamos los humanos todos los días, quisieron poder quejarse de lo mismo de siempre, quisieron abrir los ojos por fin y despertar de aquel sueño de niñez en que de pronto caían por un precipicio o de ese otro en que bajaban los veinte escalones de una vez , incitándoles a dar un salto en la cama, pero esta vez, el sueño se eternizaba, el impacto contra el suelo dolía y la escaleras se rompían bajo sus pies dejándolos colgados de la nada.
Algunos hombres, corrieron hacia la boca del monstruo para apagar su sed, trajeron agua fresca de pueblos vecinos para evitar su ira, lo acorralaron para atajar su expansivo movimiento, se quemaron la piel en el destello invisible de luz que provocaba su reacción violenta e incontrolada, expusieron su cuerpo siendo conscientes en todo momento de que en breve éste dejaría de responder a la llamada de la vida.
Mientras y aún siendo testigos de tanto dolor y tanta muerte anunciada, la clase política estará pensando en "representar" un fastuoso homenaje al valor y el honor de esos ciento ochenta hombres que en turnos de cincuenta trabajan sin descanso por el bien de la Tierra.
Sobre la mesa, los informes de la conveniencia o no de instalar o cerrar centrales nucleares, quedarán acallados hasta que la nube ardiente deje de sobrevolar sus cabezas, a sabiendas de que cuando esto ocurra se habrá depositado bajo sus pies, sobre el suelo que nos alimenta, sobre el agua que mitiga nuestra sed.
Sin embargo, hoy, ahora, en este mismo instante el sentimiento de solidaridad para con esos hombres, el deseo de enviar una energía que no tenga nada que ver con la nuclear y que pueda curar sus heridas impresas en sus genes y en su alma generosa es lo que me ha movido a escribir este párrafo como homenaje en vida a los ya conocidos héroes de Fukushima.