y la educación pero no he querido hablarle de tu, para no familiarizarme con ella.
Me expuso sus argumentos y presté atención a medias intentando traer tu imagen y tu voz a la tarde solemne y gris que la visita inesperada me ha impuesto.
Pasado un tiempo prudencial he comenzado a removerme en mi asiento, para que se de cuenta de que no es una visita grata y así, tal vez no vuelva.
Más serena ya después de su marcha, he querido contarte las sensaciones acumuladas en esos minutos, sin embargo, tú no estabas receptivo a tanta frase elucubratoria, porque en realidad todo es una elucubración de mi cerebro enajenado por los días de no verte.
He intentado cambiar el tono de la conversación para resultarte más amena pero la susceptibilidad y el agotamiento que produce el pensamiento obsesivo, se habían quedado en la salita de espera, como guardianes de la tarde.