Tendría cinco años cuando la vistieron de angelito. ¿El motivo? Una procesión del Corpus. Acompañaba a su hermana vestida con el traje de Comunión.
Le horrorizó sentirse atrapada entre todas aquellas personas que seguían un camino unívoco, con el cuello estirado como jirafas Lamarckianas. Le angustió sentirse amenazada por aquellos gigantescos pasos tan cerca de sus minúsculos pies.
Las flores de su cesta se mimetizaron con su rictus de contrariedad y se marchitaron un poco más con cada paso de los eufóricos procesionantes.
Aferrada a la mano de su padre, caminaba con una seriedad y una tristeza impensables para su edad Por eso él se mostraba feliz y orgulloso y no reparó en su sufrimiento.
Su vestido de raso azul cielo ribeteado en el cuello y las mangas con una tira dorada. Sus sandalias blancas que dejaban ver los dedos rojos y doloridos al descubierto. Sus alas asimétricas, casi descolgadas por el peso del calor y de la turba. Su pelo, claro y finísimo, sudoroso y enredado, cayendo sobre sus hombros.
¡Es un ángel precioso! dijeron en varias ocasiones.
Ella les dedicó, más que una sonrisa, una mueca y sin saber con su corta edad lo que era, le hubiese gustado empuñar un tridente
Le horrorizó sentirse atrapada entre todas aquellas personas que seguían un camino unívoco, con el cuello estirado como jirafas Lamarckianas. Le angustió sentirse amenazada por aquellos gigantescos pasos tan cerca de sus minúsculos pies.
Las flores de su cesta se mimetizaron con su rictus de contrariedad y se marchitaron un poco más con cada paso de los eufóricos procesionantes.
Aferrada a la mano de su padre, caminaba con una seriedad y una tristeza impensables para su edad Por eso él se mostraba feliz y orgulloso y no reparó en su sufrimiento.
Su vestido de raso azul cielo ribeteado en el cuello y las mangas con una tira dorada. Sus sandalias blancas que dejaban ver los dedos rojos y doloridos al descubierto. Sus alas asimétricas, casi descolgadas por el peso del calor y de la turba. Su pelo, claro y finísimo, sudoroso y enredado, cayendo sobre sus hombros.
¡Es un ángel precioso! dijeron en varias ocasiones.
Ella les dedicó, más que una sonrisa, una mueca y sin saber con su corta edad lo que era, le hubiese gustado empuñar un tridente