Traduciendo los sentimientos

martes, 4 de noviembre de 2014

REFLEJOS

Siempre que podía se paraba delante del escaparate. Imaginar qué se escondía detrás de cada título le proporcionaba un placer inexplicable.

Aquella tarde la luz del sol incidía de tal modo sobre el cristal que le era imposible ver algo que no fuera su propio reflejo. Hacía mucho que no se miraba tan de cerca. El trabajo cotidiano, las responsabilidades familiares y un cafetito apurado a media tarde,  le impedían entretenerse en la contemplación de su persona. Vio lo ya que intuía, canas, pequeñas arrugas, cosas tan insustanciales que no pensó que mereciese la pena reparar en ellas. Se acercó más, quería traspasar la imagen y encontrar la puerta a una buena historia, sin embargo, se topó de lleno con la profundidad de sus ojos e hipnotizado se dejó llevar. Un niño corría, esquivando las matas de ortiga y los cardos. Saltando de piedra en piedra atravesaba un río agotado y maloliente. Por las picaduras infestas de sus piernas se podría decir que había cruzado el Amazonas. El sol se puso y el escaparate le devolvió una sonrisa nostálgica. Su perro de aguas, de ojos de oliva arremetió contra su pierna. Llevaban demasiado tiempo parados delante de la librería.

No hay comentarios: