Traduciendo los sentimientos

lunes, 21 de febrero de 2011

COME.REZA.AMA...Y...DUERME

- Hoy simplemente estoy contenta
- ¿Simplemente? pero si estar contenta es lo mejor que puede pasar en la vida.
- Hombre, decía simplemente porque no tengo grandes cosas que contar aquí hoy.
- ¿Pero no es una gran cosa para contar el hecho de estar contenta?
- Que sí, que sí, pero vamos si no me quieres entender no me entiendas... mira, una cosa si puedo contar:
Resulta que el otro día me hablaron de la película "Come. Reza. Ama" en un sentido negativo, es decir, que no era una buena película aunque tuviera el aliciente de ver a la sonriente novia de américa, arrebatada por el amor del tan cacareado Bardem, que últimamente no se libra de una crítica, ni mala, ni buena. Ojalá lleve a gala ese dicho tan popular: " Que hablen de ti aunque sea mal ", yo desde luego, con eso no comulgo pero vamos, cada uno es cada quién.
Bueno, que me voy por las ramas.
De esa película, que no he visto y que no creo que vaya a ver, al menos al cine (entienda la SGAE lo que desee) me gusta el título, mucho, me gusta mucho y no se si es o no acertado o se corresponde bien con el argumento, pero desde luego, sí se corresponde mucho con lo que yo pienso que hay que hacer para sentirse bien, para crecer, para madurar, para estar viva y transmitir esa sensación a los demás. Es más, creo que últimamente no hago otra cosa.
Comer para cubrir las necesidades fisiológicas y no ser cómplice del deterioro de las células que nos conforman.
Rezar en un intento de huir del mundanal ruido, de ponerte en paz contigo misma y con el entorno. Rezar para aprender a discriminar entre lo material y lo puramente esencial.
Amar para compartir, para caminar paso a paso hacia la reconciliación con el universo que nos hermana.
Pero... a este título tan rotundo añadiría una cosita, si me lo permites:
¡Dormir! Para refrescar el cerebro y emprender con júbilo, cada día, el camino del aprendizaje, ese que te lleva a ser una persona de bien, el que te ayuda a comprender no sólo a los que comparten el espacio próximo, sino también a aquellos que viven más allá de lo que nuestros ojos y nuestros oídos abarcan, aquellos a los que sólo conocemos de lejos y de los que tenemos la versión que nos quieren contar: revolucionarios que no se rinden, kamikaces que no vuelven, misioneros que denuncian, mujeres lapidadas, niños llenos de tristeza y enfermedad, ancianos sin derechos, hombres mutilados, dictadores sin escrúpulos, jóvenes traficantes, familias de okupas, mendigos adinerados, cuerdos cuyas acciones arrastran a la locura, obispos con capital, capitalistas que se erigen en defensores de los pobres, pobres que rechazan un trozo de pan, panaderos que esperan en la cola del paro.
Me he detenido ahora, porque cruzó un pensamiento con el semáforo en rojo para él. Estas distracciones lo único que hacen es romperte el discurso pero todo sea porque es un bonito pensamiento, tan bello y lleno de vida que nunca podrá sentir que interrumpe algo. Así y todo me ha mirado directamente a los ojos, con picardía, a modo de disculpa, pero ¿cómo irritarse con aquello que arranca de ti la sonrisa cotidiana? ¿que sería de mi o de ti si esos pensamientos no se tomaran la libertad de cruzarse por donde quieren en cada momento?
Come, sin excesos, para sentirte ligero y alimentado.
Reza, componiendo cada canto de agradecimiento porque cada día puedes levantarte, respirar y sentir la luz que te regala la vida.
Ama, porque la soledad del espíritu es el infierno terrenal, el que es, el único que existe.
...y ... duerme, también duerme, porque los sueños hoy te harán reír igual que anoche, llenando las sábanas de pompas de jabón frágiles y perfumadas, con cada explosión un beso venido de allí, del lugar que no puedes ver pero al que perteneces.
Ese era el pensamiento que atravesó en medio del discurso, en el momento más apropiado. Su momento. Mi momento.

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