Después de vencer a la liebre todos los animales del bosque se disputaban una carrera con la tortuga. Ella más sabia por vieja que por otra cosa, sabía que no podía medir sus fuerzas con todos, así que convocó a todos los que querían medir sus fuerzas con ella y les dijo estas palabras:
Conozco mejor que nadie mis limitaciones.
En aquella carrera no fui yo la que ganó, fue la osadía de la liebre, su prepotencia y egocentrismo los que me dieron la victoria.
No puedo convertir mi vida en una carrera sin fin. No penséis que es mi caparazón el que me lo impide, es mi pensamiento. En estos años he aprendido que no necesito medirme con nadie, yo sé qué tengo y qué quiero y no deseo que mi entorno se convierta en un campo de batalla.
Lo de la liebre paso hace muchos años, yo aún era una ingenua, por eso acepté.
La gloria de las victoria del cuerpo tienen fecha de caducidad. Ahora quiero victorias del alma.
Los animales se alejaron rascándose la cabeza, no entendiendo muy bien el discurso de la tortuga que con su inteligencia, volvió a ganarles la partida.
Conozco mejor que nadie mis limitaciones.
En aquella carrera no fui yo la que ganó, fue la osadía de la liebre, su prepotencia y egocentrismo los que me dieron la victoria.
No puedo convertir mi vida en una carrera sin fin. No penséis que es mi caparazón el que me lo impide, es mi pensamiento. En estos años he aprendido que no necesito medirme con nadie, yo sé qué tengo y qué quiero y no deseo que mi entorno se convierta en un campo de batalla.
Lo de la liebre paso hace muchos años, yo aún era una ingenua, por eso acepté.
La gloria de las victoria del cuerpo tienen fecha de caducidad. Ahora quiero victorias del alma.
Los animales se alejaron rascándose la cabeza, no entendiendo muy bien el discurso de la tortuga que con su inteligencia, volvió a ganarles la partida.
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