El cielo, infinitamente blanco anunciaba el frío que empezaba a notarse en mi piel.
La luna, no obstante, permanecía impertérrita, sin abrigos que cubrieran su bella desnudez. Su luz impropia pero al fin y al cabo luz, iluminó el rincón de la habitación donde ayer reposáramos juntos. No se qué quería decirme con eso pero yo entendí después de rebuscar en mi interior el diccionario cósmico, que ahí seguías estando, en ese cerco imaginario en el que tu cuerpo reposa después de un duro día de trabajo.
Me miró la luna y yo a ella, luego, las dos miramos a ese perro que noche tras noche recorre el erial sujeto a la mano de su amo con una corta correa. Saltaba y movía la cola. Sonreí. Corrí la cortina y me acurruqué a tu lado. Tus brazos se abrieron y como tú, entre en el sueño.
La luna, no obstante, permanecía impertérrita, sin abrigos que cubrieran su bella desnudez. Su luz impropia pero al fin y al cabo luz, iluminó el rincón de la habitación donde ayer reposáramos juntos. No se qué quería decirme con eso pero yo entendí después de rebuscar en mi interior el diccionario cósmico, que ahí seguías estando, en ese cerco imaginario en el que tu cuerpo reposa después de un duro día de trabajo.
Me miró la luna y yo a ella, luego, las dos miramos a ese perro que noche tras noche recorre el erial sujeto a la mano de su amo con una corta correa. Saltaba y movía la cola. Sonreí. Corrí la cortina y me acurruqué a tu lado. Tus brazos se abrieron y como tú, entre en el sueño.
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