Por la tarde, sentada en la terraza, miraba absorta el verde intenso de los árboles cuyas hojas se mecían armónicamente con la brisa. No pensaba en nada en concreto, le dijo a su amiga cuando viéndola ensimismada le hizo la pregunta.
Aunque su amiga acercó una silla y se sentó a su lado, ella apenas se percató de su presencia. Allí entre el follaje esperanzador de los árboles contemplaba una hilera de hormigas que incansablemente hacían el mismo recorrido. En las dos direcciones de su carretera general se permitían atravesar la línea continua para comunicarse.
No pensaba en nada concreto, es cierto, pero de algún modo, esa comunicación silenciosa le trajo la imagen de su madre a la que hacía días que no veía. Por motivos diferentes se encontraban alejadas en el espacio, sin embargo, la vibración de su energía le llegaba en ondas expansivas a través del intenso azul de aquella tarde calurosa de invierno.
Sonrió sin darse cuenta, al sentir el beso que ella depositó en su frente y entendió que aunque la vida las hubiera separado, la energía seguiría vibrando en ambas direcciones.
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