Traduciendo los sentimientos

martes, 25 de septiembre de 2012

LA SIESTA

Podía sentir su respiración tranquila. Eran las cuatro de la tarde y mientras a mi alrededor las moscas se jactaban de su vuelo rasante sobre mi nariz, en otro lugar, dos cuerpos reposaban en el letargo de la tarde veraniega. En sus ojos dormidos podía ver el trazado de sus vidas y en sus bocas resoplantes, el rosa desgastado por el tiempo. Sin percatarse de mi presencia pero sintiéndome a su lado me sonreían con ternura, como cuando era una niña. Los abracé y por unos segundos, la mosca se hizo a un lado para no restar magia al momento.

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