Traduciendo los sentimientos

martes, 30 de septiembre de 2014

27 DE SEPTIEMBRE

Sentado en un banco de tu ciudad sientes como la brisa se posa en tu cuerpo. Te envuelve y te besa. Te reconoce en el niño que corre tras un balón y el joven ávido de nuevas experiencias.
La brisa no entiende de edades y por eso para ella eres siempre el mismo. La brisa no entiende de prisa y se detiene para colmarte de caricias.
Podría pensarse que es la brisa la que mueve la hojarasca pero no sería extraño que fueran los árboles los que, poniéndose de acuerdo, agitan fuertemente sus ramas para mecer a la brisa, cantarina y resfrescante.
Sentado en un banco de tu ciudad, acunado por la brisa ves como las hojas una a una se van desprendiendo lentamente de sus ramas y, planeando en el aire, caen a tus pies y reposan por fin formando una extensa alfombra cobriza y herrumbrosa.
A través de la brisa y del tiempo me miras y yo, mirándote te siento como antaño, como siempre, con los ojos llenos de niñez y el corazón rebosante de vida.

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