Tres flores rojas en un ramillete silvestre, completan esta noche tu pequeño altar. Se que puedes sentirme y yo, te siento. Te recuerdo encaminándote hacia tu habitación, con el sueño al filo de los ojos y la esperanza en el centro de tu corazón. Abominabas la enfermedad y todo lo que tenía que ver con ella, sin embargo,
sentado en tu vieja silla, le dabas vueltas en círculos concéntricos y no podías desprenderte de ella.
Hoy te siento libre, las ataduras quedaron inertes en aquel rincón de la casa que elegiste para despedirte. Lástima no estar a tu lado para preguntarte si sentías cuanto te quiero.
sentado en tu vieja silla, le dabas vueltas en círculos concéntricos y no podías desprenderte de ella.
Hoy te siento libre, las ataduras quedaron inertes en aquel rincón de la casa que elegiste para despedirte. Lástima no estar a tu lado para preguntarte si sentías cuanto te quiero.
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