Hace varios días que está la atmósfera inmersa en una capa blanquecina que no deja ver el azul hiriente del cielo de verano. Pareciera que una tormenta imperiosa y violenta se va a desatar cada tarde, pero luego y sin que bajen mucho las temperaturas, la noche se calma y se pueden vislumbrar algunas estrellas.
Echo de menos el azul del cielo, ese azul que no debería faltar en los días estivales. El azul de la piel descubierta, el de la sonrisa perenne, el de las gotas de agua en el pelo, el de las zambullidas y los bocadillos aderezados con sal marina.
Falta el azul y tengo el corazón de invierno, aunque el ventilador gire desbocado y los niños jueguen en la calle.
Falta el azul y es miércoles, miércoles ya o miércoles todavía, el matiz depende del estado de ánimo. Ojalá en un suspiro la capa blanquecina y envolvente desaparezca y te traiga a mi, rodeado de un halo azul celeste, intenso y brillante.
Qué bella combinación, el azul de un cielo de verano y tus besos mediterráneos.
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