Dicen que el amor cuando madura, da la tranquilidad y el reposo
que caracteriza a las personas centradas.
No quiero la tranquilidad de las personas centradas, quiero que el
torbellino de tu amor me arrolle cada día.
Quiero que jamás se instale entre nosotros la tranquilidad del que
ya lo tiene todo ganado.
Quiero seguir levantándome al amanecer para besarte y contemplar
como desayunas, con un ojo, mientras con el otro sigo durmiendo.
Quiero que me invada el sueño cuando te marchas y soñar que es un
sueño que te has ido.
Quiero danzar por la casa celebrando la hora de tu regreso.
Quiero embriagarme con tus besos y que te emborraches de mi
risa.
Quiero disfrazarme con flores y que lances al viento sus
pétalos.
Quiero caminar de tu mano y que mi piel se estremezca cuando
acercas tu boca a mi cuello.
Quiero que nada se convierta en cotidiano, que cada amanecer tenga
el color de lo nuevo.
Quiero que me mires como si fuera la primera vez que me ves.
Quiero escucharte con la impaciencia del primer encuentro.
Quiero recorrer, de tu mano, nuevos caminos y que el de ida no se
parezca en nada a aquel por el que volvemos.
Quiero descubrir contigo que nunca estamos perdidos y que en cada
nuevo paso crecemos, sin perder el delirio, sin perder el deseo.
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