Traduciendo los sentimientos

viernes, 23 de julio de 2010

LOS REGALOS DE LA VIDA

Una silla de madera, con asiento de color azul me ha tenido secuestrada durante casi nueve meses, un periodo de gestación humana en toda regla. He desarrollado junto a ella el síndrome de Estocolmo, porque después de todo, nos hemos soportado mutuamente, hemos escuchado la misma música, hemos visto pasar la tarde por la ventana y contemplado la luna y sus ausencias e incluso hemos soñado, yo más que ella, con emprender el vuelo bajo las estrellas.
Ahora que la miro con cierta distancia, me doy cuenta de que aún siendo un objeto inanimado ha distinguido a la perfección los días en los que no soportaba estar ahí y me quedaba por obligación, de aquellos otros en que, apaciguada, gozaba de la lectura y sentía el placer de ahondar en el conocimiento de las Ciencias.
Hoy, recuperada por fin la libertad, disfruto de los paseos y de tantas personas a las que quiero, ese es el mejor premio a mi libertad porque nunca podría disfrutarla plenamente si no tuviera con quien compartirla. Gracias amigos por los hermosos regalos:
Las palabras de ánimo en la distancia.
Los ojos chispeantes del entusiasmo.
El abrazo cálido y sincero.
La sonrisa abierta y sin reservas.
Las confidencias en la intimidad de las horas.
Los mensajes sinceros de ida y vuelta.