Traduciendo los sentimientos

jueves, 30 de noviembre de 2017

ABUELO POR UNOS DÍAS

Manuel no tenía nietos propios e igual nunca lo pensó.  Los humanos tienen razones que el corazón no conoce.
Yo no sabía si a él le gustaban o no los críos y eso que había sido maestro pero nunca hablamos de ese tema.
Lo que si sabía es que cuando nos conocimos, mis hijos eran pequeños, graciosos y procurė siempre que fueran educados. 
Hoy una pequeña y vivaracha criatura lo miro y hundió sus ojos brillantes y nuevos en el azul claro e intenso de los ojos de Manuel, luego, la criatura haciendo gala de su inocencia y de su libertad lo llamó abuelo y Manuel sintió que su alma rejuvenecia. Sintió todo el bullir de la vida en su interior y acaso se preguntó  cómo sería su vida con un pequeño corazón al lado, uno que le acariciara el alma en las tardes de lluvia.
Manuel que es un hombre con los pies en la tierra disfrutó cada día contagiandose de la energía de la pequeña.  Miró  los escaparates y se devanó los sesos para encontrar algo bonito, a la vez que instructivo para ella.
Desde entonces la niña cuando encaja las piezas ve los ojos profundos de su abuelo improvisado.  Desde entonces, Manuel mira los juguetes en los catálogos navideños y piensa  con ternura en la pequeña.
El año próximo volverá a ser el abuelo que la niña espera.