Traduciendo los sentimientos

domingo, 26 de agosto de 2012

LO QUE DICEN TUS OJOS

El mar inmenso y bravo se aproximaba a nuestros pies insignificantes mientras una bóveda cuajada de estrellas no servía como escenario.
Estabas callado mirando el infinito gris de la noche, estabas callado pero tus ojos mimetizados con la luz de la luna en el agua, lo decían todo.
En medio de la noche de verano, un banco, elemento discordante en la naturaleza, nos permitió aislarnos de lo mundano, asomándonos otra vez al océano, infinito en música, infinito en besos.

sábado, 18 de agosto de 2012

EN CLAVE DE LUZ

Después de mucho tiempo intercambiando frases cotidianas, llegó Luna en todo su esplendor y me incluyó en su lista de personas a las que había considerar.
Quizá un poco de resentimiento, un poco de dolor y un poco su edad adolescente, hicieron que se diluyeran las conversaciones en el espacio.
Puedo decir con la boca llena de felicidad que nos hemos reencontrado y que aunque de distintas generaciones, nuestras vivencias no son tan dispares.
Yo juego al dominó y ella al monopoly, pero aunque el medio es distinto, el fin es el mismo: compartir.
Luna volvió y se llenó el cielo de luz. No hay que olvidar que antes de ser Luna fue Bombilla.

viernes, 17 de agosto de 2012

SOÑANDO MARIPOSAS

Y el príncipe se entregó al sueño después de dejar abandonados a su suerte los relojes de palacio. El tiempo, sin embargo, le hizo soñar con segundos intensos, minutos apasionantes y horas llenas de vida.

QUIERO


Dicen que el amor cuando madura, da la tranquilidad y el reposo que caracteriza a las personas centradas.
No quiero la tranquilidad de las personas centradas, quiero que el torbellino de tu amor me arrolle cada día.
Quiero que jamás se instale entre nosotros la tranquilidad del que ya lo tiene todo ganado.
Quiero seguir levantándome al amanecer para besarte y contemplar como desayunas, con un ojo, mientras con el otro sigo durmiendo.
Quiero que me invada el sueño cuando te marchas y soñar que es un sueño que te has ido. 
Quiero danzar por la casa celebrando la hora de tu regreso. 
Quiero embriagarme con tus besos y que te emborraches de mi risa. 
Quiero disfrazarme con flores y que lances al viento sus pétalos. 
Quiero caminar de tu mano y que mi piel se estremezca cuando acercas tu boca a mi cuello. 
Quiero que nada se convierta en cotidiano, que cada amanecer tenga el color de lo nuevo. 
Quiero que me mires como si fuera la primera vez que me ves. Quiero escucharte con la impaciencia del primer encuentro.
Quiero recorrer, de tu mano, nuevos caminos y que el de ida no se parezca en nada a aquel por el que volvemos.
Quiero descubrir contigo que nunca estamos perdidos y que en cada nuevo paso crecemos, sin perder el delirio, sin perder el deseo.

viernes, 10 de agosto de 2012

COMO LAS AVES


Es la primera vez que me siento en el suelo de esta casa. Es agradable sentir en esta noche calurosa, el frescor de las losas en las piernas.
Antes, mucho tiempo atrás, me sentaba a menudo, para jugar con vosotros, mis niños, a los que tanto tiempo dedica mi pensamiento que vaga, sobrevuela y os acaricia. Contempla vuestro rostro y acompaña vuestro caminar.
Como las aves, quiero dejaros volar y como lo que soy, quiero estar presente en cada despegue.
No hacen falta las palabras para estar cerca  porque el hilo conductor que se gestó entre nosotros está intacto aunque dijeran que lo habían cortado.
Llega una noche más y puedo sentir vuestro calor y escuchar vuestras risas, participar de vuestras discusiones y sentirme niña con vuestros juegos. Puedo unirme a vuestras ganas imperiosas de vivir y al deseo de que todo este convulso mundo, deje de zarandearos. Ojalá lleguen pronto vientos aliados  que os permitan desplegar vuestras alas y planear en un cielo más limpio.

miércoles, 8 de agosto de 2012

DANIEL

Sólo tenía diecisiete años cuando se enteró de una manera brusca y fría de que iba a perder a su madre.
La incredulidad y el espanto más absoluto llenaron sus ojos de llanto, un llanto sin lágrimas en sus ojos de un azul transparente. Aliso su pelo lleno de rizos rebeldes y las llevó luego a los bolsillos de su pantalón vaquero, desgastado y roto, de rabiosa actualidad.
A una hora inexacta para mi memoria cogió su bicicleta y emprendió un camino sin retorno a casa. Llegó al hospital siendo un niño mimado y se fue como un anciano lleno de arrugas de expresión, triste e impotente expresión, encogido por el brutal zarpazo del que nunca se repondría.
Con su padre como único y casi insoportable compañero, tuvo que aprender una nueva vida en la que el frigorífico no se llenaba solo, ni la ropa volvía limpia y doblada a los cajones como a él le pareció siempre que sucedía por arte de magia.
En cada reunión la sombra de la pena acababa por aflorar en forma de las lágrimas que no pudo derramar el día en que, viendo a su madre postrada en la cama, casi inconsciente, pensó que aún volvería a casa para llenar con su aroma los rincones de su infancia.

TAN LEJOS, TAN CERCA


Sólo ella sabía que lo que en realidad le apasionaba era reunirse con sus amigas. Podría parecer un pasatiempo algo manido, donde las críticas a diestro y siniestro, fluirían, sin duda, en sus bocas. Sin embargo, el momento que más le gustaba a ella era ese en que podía contarles cuánto lo quería y cómo lo extrañaba a pesar de que llevaban varios años en esa situación en la que él por motivos de trabajo debía pasar fuera de casa largos periodos de tiempo.

Todos los días a las veintidós horas salía de su casa.  Paso ligero, ropa deportiva y el móvil en la mano.
Llamaba la atención su vitalidad, la manera de sonreír al dar la vuelta a la esquina, allí donde su casa ya no era visible.
Tan absorta iba en sus pensamientos que no se daba cuenta de que todos los ojos del vecindario, estaban puestos en ella.
Su marido no estaba, motivo suficiente como para que todos pensaran que en vez de ser una Penélope de su tiempo, se lanzaba a tener aventuras tomando el papel de Ulises y dejándose atrapar por cualquier sirénido que saliera a su paso.
A ella, lo que la llenaba de vida era deleitarse pronunciando su nombre, mientras sus amigas la miraban entre incrédulas y envidiosas.
Cada noche a su vuelta, después de haberse separado de sus ellas, recibía una llamada telefónica y los susurros y las confidencias se eternizaban en la noche.
Mientras las amigas tomaban café preguntándose por qué no asistía nunca a los desayunos, ella se desperezaba con una sonrisa en los labios y un brillo de eterna adolescente en los ojos, dispuesta a compartir otro día con el hombre al que amaba en la cercanía del corazón.

EL AZUL AUSENTE

Hace varios días que está la atmósfera inmersa en una capa blanquecina que no deja ver el azul hiriente del cielo de verano. Pareciera que una tormenta imperiosa y violenta se va a desatar cada tarde, pero luego y sin que bajen mucho las temperaturas, la noche se calma y se pueden vislumbrar algunas estrellas.
Echo de menos el azul del cielo, ese azul que no debería faltar en los días estivales. El azul de la piel descubierta, el de la sonrisa perenne, el de las gotas de agua en el pelo, el de las zambullidas y los bocadillos aderezados con sal marina.
Falta el azul y tengo el corazón de invierno, aunque el ventilador gire desbocado y los niños jueguen en la calle.
Falta el azul y es miércoles, miércoles ya o miércoles todavía, el matiz depende del estado de ánimo. Ojalá en un suspiro la capa blanquecina y envolvente desaparezca y te traiga a mi, rodeado de un halo azul celeste, intenso y brillante.
Qué bella combinación, el azul de un cielo de verano y tus besos mediterráneos.

martes, 7 de agosto de 2012

VA POR USTEDES

Erase una vez una niña que temía caminar sola por la calle. Para espantar su miedo, en el trayecto hacia el colegio inventaba canciones, en su mayoría, de corte sentimental. A veces se hacía acompañar por los perros del lugar, para ello sólo tenía que hacerles un guiño o darles los buenos días.
Erase una adolescente que rechazaba abandonar la casa paterna temiendo sentirse sola sin las palabras de su madre, el olor a jabón de su padre y las risas de sus hermanos. Tanto así que el día que partió no pudo conciliar el sueño debido al terrible dolor de cabeza producido a su vez por el llanto incontenible que presidió el suceso.
Erase una mujer joven que precipitó su matrimonio, pensando que esa era la solución para estar siempre acompañada. Había registrado en su mente los momentos de soledad que, aunque no fueron muchos, la marcaron hondamente, motivo por el cual, no deseaba que se repitiesen.
Erase una mujer adulta que pensó que la soledad no podía ser peor que una mala convivencia. Se dio entonces, la oportunidad que nunca antes se había dado condicionada por todos los miedos que se habían hecho grandes en su mente de niña pequeña. Se dio la oportunidad a si misma y quiso conocerse en soledad.
Era una mujer madura y con sentido común que aprendió que la soledad te hace bueno, o loco, según se mire y decidió compartir su soledad con alguien que tuviera el mismo pensamiento.
Erase que dos personas de distinto sexo, un día se encontraron en medio de la geografía. Hablaron sin palabras, de su soledad y de la necesidad de compartirla para que dejara de serlo.
Erase que una pareja de enamorados entrelazó sus cuerpos y sus almas y todas las imágenes de soledad, tristeza y miedo desaparecieron del álbum de los recuerdos de sus vidas, quedando solamente impresas sobre las páginas, las sonrisas y la complicidad.


Acompañada por todos los que sois, llegamos al relato número doscientos, el único premio que se me ocurre dar es AMOR, pero este ya va implícito en todos mis escritos porque la vida sin amor, es un sinsentido.


Para mis hijos, mis padres y hermanos, mis amigos y para la persona con la que comparto todos mis momentos, la que me ha hecho comprender que la soledad no es terrible porque, en realidad, nunca estamos solos: TODO ESTÁ DENTRO DE TI.

lunes, 6 de agosto de 2012

LA MAGIA DE TUS BESOS

Era una noche de verano de esas de las que puede nacer un cuento. Tenía de especial, el olor a garrapiñada, tan empalagoso al olfato que decidimos tomar una ruta paralela y menospreciada por los seguidores de baratillos.
La senda estaba cubierta de una vegetación densa lo que nos permitió despojarnos del calzado y caminar por la mullida alfombra con la que la naturaleza nos obsequiaba. Caminamos sin prisa, deleitándonos en la contemplación del firmamento y dejándonos acariciar por la brisa, que empezaba a dejar una fina capa de salitre sobre nuestros brazos. Al final de la vereda una roca extensa y plana nos ofreció una visión majestuosa del mar, a un lado de la misma,un banco de madera nos esperaba. Desde allí y como si estuviéramos a muchos kilómetros de la ciudad, las luces del progreso titilaban mientras las notas de una canción conocida eran traídas por el viento a distintas intensidades.
Sentados y próximos, nuestras manos acompañaban los besos, las tuyas se deshacían en caricias sobre mi cabello.
Por cada beso, un mechón nada indiferente a tus lisonjas, se enroscaba sobre si mismo.
Pasaron los pájaros en busca de guarida para refugiarse de las horas oscuras. Dejaron de escucharse las risas de los niños que incansables, saltaban y se zambullían en el agua.
Pasó el tiempo en todos los relojes naturales pero para nosotros seguía siendo la misma hora, la nuestra.
Por la magia de tus besos, mi cabellera se llenó de rizos y se perfumó de verbena, se extendió, trepó y nos envolvió,  y como dos figuras de un bosque animado, entramos en la madrugada ebrios de luna y de miel.


DE COLORES

Era fácil para ti pronunciar las palabras, alegremente, ligeramente, sin pensar qué consecuencias podían tener, qué estragos podían causar o qué inquietudes y temores podrían desatar.
Será porque soy excesivamente sensible, rayando tal vez en la mojigatería, que me afectan profundamente las palabras dichas con la intención de herir, estudiadas, meditadas hasta el extremo de pronunciarlas en un momento puntual y especialmente tenso.
Se me parte el alma si pienso que esas palabras no venían de un enfado ocasional si no que se iban tejiendo poco a poco, día a día, ocupando un sitio extenso en la boca de tu estómago y en tu cerebro.
Temía imaginar, pero sucedió muchas veces, que de pronto, un día, el más inesperado de todos, aquel en el que todo iba transcurriendo con normalidad, la presión hacía estallar lo gestado, arrollando en un ciclón de improperios bien atesorados, a propios y extraños, sobre todo propios.
Tras las palabras emitidas a un volumen de discoteca zanjabas la cuestión con un golpe seco e impersonal, sobre un mueble, sobre un tabique, haciéndote daño en los nudillos.
No podía reprimir las lágrimas de incredulidad y de impotencia, no podía disimular el desencanto y sólo quería besarte para ver si el hechizo era reversible.
No digas nunca que abandoné di que preferí seguir siendo de colores.

viernes, 3 de agosto de 2012

MEJOR QUE UN SUEÑO

En esta noche en que la luna llena ilumina el sendero, quiero correr como Forrest Gump para llegar a donde estás. En mi camiseta un muñeco sonriente de color ácido y en mis pies la desnudez más primitiva. Mi pelo a merced del viento y mis brazos anticipando el camino. Mi corazón desbocado y mi latidos en estéreo. Mi cabeza despejada y mis receptores sensitivos a pleno rendimiento.
Aunque quisiera darte una sorpresa, te darás cuenta de que estoy en camino porque me anticiparán las melodías cómplices de nuestra historia.
Saldrás a buscarme emocionado y después de besarnos nos reiremos de la camiseta, que ya está pasada de moda. Me recriminarás cariñosamente por caminar descalza. Te asegurarás de que no me he hecho ningún daño y me recostarás sobre tu pecho. Durante todo ese tiempo yo te besaré incansablemente.
Retomaremos juntos el camino de vuelta, pero esta vez sin carreras, deleitándonos en la luz de las estrellas y en el olor a flores de las noches estivales.
Dejaremos en la travesía toda carga que pueda resultar pesada para el alma y más ligeros ya, atravesaremos los campos llenos de vida. Te preguntaré cuánto me quieres y me darás por respuesta la sonrisa que más amor alberga: Tu sonrisa.


jueves, 2 de agosto de 2012

LAS CANCIONES DE NUESTRO TIEMPO (Para Manolo Reyes)


Da igual que tengas el cuerpo joven y la piel tersa, da igual que tus ojos brillen como cuando tenías quince años y que tus pies se muevan ávidos recorriendo la ruta del colesterol. Da igual si llevas camisetas de bacanales romanas o si vistes bañadores a la última. Da igual si vives en el presente y conoces las nuevas tendencias en literatura, música o moda. Da igual si tu mente trabaja activamente y si manejas las técnicas más innovadoras en la elaboración de pantallas. Todo da igual, porque en cuanto abres la boca para entonar una canción, ya te has delatado. Todos te miran con cara que expresa un adjetivo, que para algunos, se dice en dos palabras. Te preguntas entonces qué ha ocurrido porque tú aún no has registrado en tu disco duro, el desfase entre lo que expresas y lo que entonas. Las notas se quedan resonando en el caracol de tu oído y entonces... lo comprendes.
Lo bueno de todo esto es que al final siempre acabamos riendo por la complicidad que se establece cuando miradas extrañas se cruzan y nosotros en el medio de la ráfaga seguimos cantando a voz en grito, simplemente porque nos gusta y porque esas notas nos hicieron vibrar antes y nos hacen vibrar aún hoy, porque significa que tenemos vivencias gracias a las cuales nos hemos convertido en personas adultas

miércoles, 1 de agosto de 2012

TODAS SOY

A veces me veo infinitamente pequeña, pero así, literalmente, nada del alma, todo del cuerpo.
De pronto y sin saber porqué mis brazos parecen no alcanzar a abrir las puertas de los armarios y trabajando sobre la encimera de la cocina parezco un pequeño ratón de patitas inválidas, torpe y atolondrada. Una especie de duende del bosque en un entorno nada apropiado para el camuflaje.
A veces me veo alta y estilizada y aunque en mi casa no abundan los espejos, me siento muy bien en mi movimiento sinuoso, con mis zapatos que elevan mis gemelos y el vestido blanco y vaporoso. Estiro los brazos con premura y soy capaz de abrir los altillos sin coger impulso para dar un salto. Abarco con mis manos mil y un utensilio y desempeño todas las tareas como si de una azafata adiestrada se tratase, con soltura en el gesto y en las extremidades.
A veces me veo justo como soy, de mediana estatura, de pies japoneses y manos de primera comunión, de ojos ávidos y sonrisa perenne. De cabello castaño con un número de rizos directamente proporcional a la temperatura y la humedad del ambiente.
A veces no me veo, ni mucho ni poco porque sólo atiendo al sentimiento y cuando esto ocurre, el cuerpo desaparece y vaga por la casa el alma desnuda.
En estos días no te quiero ni más ni menos que los anteriores, pero te quiero distinto, desde muy adentro.
 Desde el entramado y profundo laberinto de mi cerebro y al abrigo de todas mis cavidades, me vacío de mi para quererte.