Una bata blanca se apropió de su intimidad. Desde entonces, la bolsa de pastillas presidió los almuerzos, las meriendas y las cenas. Una roja, otra rosa. Una blanca y otra efervescente.
- Eso es lo que nos toca- dijo ella con sus ojillos chispeantes- el cuerpo nos ha jugado una mala pasada y ni siquiera hemos tenido tiempo para hacernos a la idea.
- Toma este pincel- le dijo él con cariño- anda, sigue pintando cosas hermosas.
Su mano temblorosa garabateó una nube sobre la que ambos, tumbados, reían como niños. Sus almas, intactas, escapaba poco a poco de su cuerpo.
-Qué sensación de libertad ¿verdad?
- ¡Inigualable!
- Eso es lo que nos toca- dijo ella con sus ojillos chispeantes- el cuerpo nos ha jugado una mala pasada y ni siquiera hemos tenido tiempo para hacernos a la idea.
- Toma este pincel- le dijo él con cariño- anda, sigue pintando cosas hermosas.
Su mano temblorosa garabateó una nube sobre la que ambos, tumbados, reían como niños. Sus almas, intactas, escapaba poco a poco de su cuerpo.
-Qué sensación de libertad ¿verdad?
- ¡Inigualable!
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