Traduciendo los sentimientos

miércoles, 27 de noviembre de 2013

DEL OTRO LADO DEL MAR

Ojos negros, pelo zahíno, complexión fuerte, pecas pequeñas, manos carnosas, peinado europeo.
Ojos tristes, piel aceitunada, uñas limpias, ropa deportiva, bolígrafo negro, letra destartalada.
Ojos llorosos, pies grandes, cejas espejas, orejas despegadas, nariz recta, labios carnosos.
Ojos infantiles, sentimientos de rabia, sentimientos de nostalgia, sentimientos de culpa.
Ojos mentirosos, añoranza del colegio, añoranza de la madre.
Ojos avispados, nula lectura, deseos de jugar.
Ojos avispados, ojos mentirosos, ojos infantiles, ojos llorosos, ojos tristes, ojos negros, ojos...ojos...ojos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

JUGO DE VIDA

Cuando tuvo en la mano el último gajo de la naranja, reparó en que desde que la cogió del frutero habían pasado treinta años.
Eran las cuatro de la tarde, ya debería haber entrado en el instituto, sin embargo, su amiga hizo que se entretuvieran más de la cuenta.
Hablaban sobre los minutos musicales de aquel mediodía, de una canción de Alan Parsons que sonaba muy bien. Hablaban de poesía y de chicos, aquellos que habían conocido un día en las escaleras, cuando iban al laboratorio de Química.
Hablaban de todo y de nada porque apresuradas y llenas de risa, la vida les salía por la piel y era tan difícil controlar el tiempo en sus relojes.
Aquella naranja tenía el sabor del sol de invierno, el color de los balones de playa y el sabor incitante de la música en las fiestas de los sábados de primavera.
Su amiga no quiso compartirla con ella, se acababa de lavar los dientes.
A mitad del camino, media naranja.
Charlaba dentro de un coche, de música no, de trabajo, de hijos, de anécdotas del pasado. Su amiga ya no lo era tanto, pero estaba presente en sus conversaciones. Su extrema cuadriculación cotidiana, su pelo largo, su ausencia.
Quería que este gajo se eternizara en el tiempo, el más sabroso, el más jugoso, el más pleno.
Habían pasado treinta años desde que empezara a pelar su naranja o eso le dijeron, ella no lo creyó. Si fuera verdad, no tendría este sabor a vida.
¿Quién dijo que el tiempo existe?
¡Será en otra dimensión!

ROMANZA DE NOVIEMBRE

Cansada de deambular por las calles
 hasta la hora en que el sol se ponía,
decidió la mujer que debía
 tomar de una vez decisiones.

Sentada sobre la cama
miró sin mirar atrás
y como le pareciera
que todo lo que allí había
ya no le pertenecía,
hizo un hatillo liviano,
dejando por los rincones
la huella de su existencia
.
Extraña en su propio mundo
resolvió desaparecer,
y aunque sea paradoja,
no podía y  le dolía
dejar a los que más quería.

Con lágrimas abrió la puerta
más nunca se despidió
y a ellos les prometió
que en sueños o en versos,
en dibujos y en canciones,
llenaría cada día, de calor
sus corazones.
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Corría un mes de noviembre
cuando escuchó una voz
que le prometió,
sin promesas amarla,
y sin palabras, cuidarla.
En su timbre descubrió
 el color del  mar.
Él la hidrató con su agua
y su luz hizo brillar.

Compartieron risas, danzas,
conversaciones y besos.
Compartieron las palabras,
las lágrimas y el deseo.

Ella fue su enredadera
Él su agua transparente
Vivieron entrelazados
floreciendo eternamente.







jueves, 14 de noviembre de 2013

LLUVIA

No hay necesidad de sacar el paraguas, le dijo mientras le apartaba el flequillo rebelde de sus ojos chispeantes.
Él la miró con ternura a la vez que se reía un poco de ella. Era una romántica incorregible pero ¡qué caray! tampoco a él le importaba mojarse si estaba a su lado.
Entre risas trataron de sortear todos los charcos y en todos cayeron. Como la tarde, que caía vertiginosamente sobre la espesura de los centenarios árboles. 
En una glorieta con mal de piedra, vacía de humanidad y repleta de helechos estrecharon sus cuerpos y miraron al cielo dejando que las gotas de lluvia invadieran sus rostros de otoño y sus cuerpos cubiertos, como las cebollas, por más de una tela.
¡Corten! ¡Corten! 
Las luces se encendieron y las gotas cesaron.
Fuera llovía de verdad. Un hombre de estatura media y pelo castaño la esperaba con un amplio paraguas de tela abstracta. Le abrió la puerta del coche y esperó tranquilo a que acomodase sus pies y su falda. 
Antes de emprender la marcha la miró sonriente y le preguntó como le había ido el día. Ella, apartándole el flequillo rebelde de sus ojos, lo besó repetidas veces. Cuando él le preguntó el por qué de tanta alegría, ella señaló la lluvia. 
Sobre un puente vacío de humanidad, con el río y la luna como únicos testigos, estrecharon sus cuerpos y miraron al cielo dejando que las gotas de lluvia invadieran sus rostros de otoño y sus cuerpos cubiertos, como las cebollas, por más de una tela.

martes, 12 de noviembre de 2013

ILIMITADA

Mírame ahora mientras estoy vestida y dime que ves detrás de mis movimientos, luego, cuando me digas todo cuanto has visto desnudaré mi alma ante tus ojos y comprobarás que has errado porque no calculaste la extensión de mi piel cuando de tu piel se trata.

lunes, 11 de noviembre de 2013

SILENCIOSA CONTAMINACIÓN ACÚSTICA


Fuera se escuchan las instrucciones de la profesora de Inglés que se empeña en que sus alumnos pronuncien correctamente. Aquí dentro solo se escucha el sonido de mis dedos sobre el teclado y el tic tac de mi corazón. Si los pensamientos fueran sonoros, habría muchísimos más ruidos. Tal vez hasta se acercarían para preguntarme qué es lo que está sucediendo aquí dentro, no aquí dentro de mi, que es una pregunta difícil de hacer, aquí dentro en el lugar físico en el que me hallo. Jamás podrían sospechar que tantos pensamientos pudieran caber en una cabeza..
Si pudieran emitir sonidos y si yo eligiera la música, las melodías más relajantes se verían interrumpidas por otras metálicas y estridentes. Por entre los vocablos en lengua inglesa y  los sonidos de las teclas del ordenador, prevalecen los ruidos que emiten mis pensamientos y que solo yo, menos mal, escucho.
Ni bueno, ni malo, sino todo lo contrario, como diría Aute.

TORTILLA DE PATATAS

No era una tortilla cualquiera, en cada patata había incrustada una emoción: una lágrima, una sonrisa, una petición, un pensamiento, un recuerdo, un abrazo, una caricia, una mirada, una súplica, un dolor, una alegría, un temor, una satisfacción, una inseguridad, una danza, un bostezo, una palabra, un silencio.
No era una tortilla de patatas cualquiera. Llevaba tres años de amor batidos enérgicamente y había sido cuajada a fuego lento, al calor del corazón.

domingo, 10 de noviembre de 2013

SHARBAMMA (JARABE DE AMOR)


Una mano tomó otra mano. La segunda era tan pequeña que cupo entera dentro de la primera. Durante un momento jugaron a reconocerse en las líneas de la palma, en la textura de la piel, en su temperatura. Tardaron poco en darse cuenta de que juntas irradiaban una energía potente y contagiosa.
Amantes y cómplices se dispusieron a recorrer la vida juntas.
Si ahora me soltaras, expuso la pequeña, sería un minúsculo punto de luz en medio de la nada.
No hace falta que te sujete para que brilles con toda tu intensidad, le dijo la mano más grande; como en aquel cuento del escultor, todo está dentro de ti. No obstante, prosiguió, eres cálida y me hace sonreír tu agilidad,. Definitivamente pienso que no me gustaría ver la vida a través de la tela de un bolsillo.
La mano pequeña se estremeció de gozo y se acurrucó mimosa dentro de la mano grande.
En un plano superior, los ojos se miraron y sonrieron.
En un plano inferior, los pies, sincrónicos en el movimiento se pararon.
Fue un beso silencioso y dulce el que arrancó un suspiro a los árboles del parque.

viernes, 8 de noviembre de 2013

UN PASEO ACCIDENTADO




Tropezaste una y mil veces aquella tarde de parque. No eras tú niña de ojos enormes la que caminaba sin equilibrio, fue mi mano destartalada la que te puso los zapatos del revés.

domingo, 3 de noviembre de 2013

DUENDES DE RÍO

Se estrechaba la senda y verdeaba el camino. Un junco de punta aguda se le clavó en el recuerdo de antaño. Niños que se abrían paso entre la maleza surgieron como duendes del bosque saludando desde aquel lugar en el que se adentraban cada tarde de domingo. Túneles impracticables de ramas y ortigas no eran obstáculo para arrastrar su felicidad por el suelo abrupto de apelmazada tierra, los guiaba el instinto y las ganas de jugar a inventar juegos. 
Sobre la cima de una montaña gigante hecha a base de arrancar las entrañas al río, se sentían poderosos y libres, por estar más cerca el cielo. Rodar por la pendiente los devolvía a la deliciosa realidad del pan con chocolate y la tortilla de patatas. Sentados sobre las amapolas o tumbados entre la avena silvestre no podían imaginar que mucho tiempo después aparecerían como duendes en todos los parajes fluviales en los que oliese a verbena y albahaca.