Traduciendo los sentimientos

miércoles, 30 de marzo de 2011

EL CAOS NEURONAL DE LAS HORAS PUNTA


No se me puede dar un folio en blanco porque ... fíjate que el folio me mira fijamente a  los ojos y me dice: ¿me vas a dejar así? después de que han tenido que talar un montón de árboles, después de que el Amazonas está dejando de ser el pulmón de la Tierra, después de que los nativos ya no tienen donde ocultarse porque la maleza cada vez es más escasa, después de esas y otras muchas cosas ¿me vas a dejar así? ¿En blanco?
Me quedo perpleja y lo miro y lo remiro y algunos días ni siquiera tengo ganas de empezar a escribir pero fíjate que mis dedos hacen caso omiso y de pronto empiezo a ver un montón de letras que se van uniendo en el papel, algunas de las palabras salen con subrayado en rojo porque no reparan mis dedos en comas, ni acentos, ni en mayúsculas, ni en cosa alguna que a ojos de la Real Academia de la Lengua sea  o no permitida. Ellos, mis dedos van y vienen y componen sin pedir permiso, parece que están compinchados con una parte del cerebro pero no me preguntes cuál porque ahora mismo no me acuerdo, parece que el cerebro lógico es el izquierdo...¿o era el derecho?
Ay Jesús, José y María, que profesora más torpe y para colmo como se cruzan los haces nerviosos y lo derecho controla lo izquierdo y viceversa pues aquí no hay quien se entere.
Ya escuché yo el otro día un jaleo de fibras nerviosas increpándose una a la otra:
- Oye tía ¿dónde tan da el carnés, que no has puesto ni el intermitente?
-Cállate zanahoria (que la fibra era del color del cobre), que tú muy bien sabes que si salgo por tu derecha es que tengo la preferencia y además si salgo por la derecha deberías saber que voy pa la izquierda que el señor este en el que vivimos va a mover la pierna susodicha, la izquierda, o tú que quieres ¿que se estampe la nariz contra el suelo?
- Yo no digo ni nariz ni no nariz, lo que digo es que mires por donde vas que tienes las dendritas descompuestas y te hace falta ir a la pelu pero ya.
-Mira quién fue a hablar, tú si que estás descompuesta que tienes el axón pelao, de lo vieja que eres y ya no haces bien ni la conexión de hacer la O con un canuto.
-Canuto el que tas fumao tú que todavía veo a la interneurona que te envía las señales riéndose de ti porque se te van cayendo los tirantes y con esos tacones pareces una pilingui.
-A mi tu no me insultas que te meto el dedo en el núcleo y dejas de hacer las funciones más pronto que por correo que total pa lo que haces estarías mejor desenchufá y quitá de la circulación.
-¿Has visto lo que has hecho? el hombre se acaba de caer por tu culpa.
- ¡Será la tía...! ¿Por mi culpa? si yo iba por mi camino y tú has invadido mi vía.
- Será mi vida, que no sabes ni hablar.
- No hija, no, mi vía, mi camino, mi senda, mi vereda, que estás más colgá que la célula de la glía esa que nos da de comé que siempre nos pone glucosa.
- En eso tienes razón ¿ves? si yo cuando alguien tiene la razón se la doy. Yo también estoy harta de dulce, que con tanto decí que nada más que nos podemos alimentar de glucosa resulta que me estoy poniendo como una ceporra y dice mi maromo que está allí arriba dirigiendo la circulación del cerebelo, que como siga así, se va a liar con una célula receptora del calor, un corpúsculo de esos de Meissner o como se quieran llamar las tías esas.
- ¡Qué no! ¡qué se llaman de Kraus!
-¡Qué no chiquilla! que esos son los del frío y a mi novio le gustan las cosas calentitas.
- ¿Y qué tiene esa que no tengas tú?
- Dice él, que como estoy tan rellena, que ya no siento el frío ni el caló y que no le transmito bien las sensaciones. Yo lo que estoy es frustaíta, porque si se va a ver a quién me busco yo a estas alturas de mi vida.
-Pos vamos a hablar con las células de la glía esas, como tú dices, a ver que podemos hacer.
- Amos pero acuérdate que yo tengo que ir por la izquierda digas tu lo que digas, que pa eso vengo por la derecha.
- Bueno, vamos allá, pero cuando estemos a medio camino párate un poco porque si no, no hay manera. Ahí quedamos, a la altura del hipotálamo.
-¿Qué pasa? se ha quedao to oscuro.
- El hombre este en el que vamos, es él, él tiene la culpa, se ha caído. Te lo estaba diciendo y ahora le ha salido un hematoma en la cabeza.
- No me digas eso illa, ahora que me había decidido yo a cambiar.
- Ahora que yo me iba a poner a régimen. Amos a asomarnos a ve que pasa.
- Amos. ¡Fíjateeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!
- Si, ya veo el pedazo de moratón de la frente y qué chichón más gordo, pero mira, los conos y los bastones no han dejado de funcionar, otra vez entra la luz.
- ¡Ah, menos mal!
- Y el órgano de Corti está enviando los sonidos...¡joé, como pita la ambulancia esa de la leche!
-Ay hija vaya susto que me he pegao, a partí de ahora el voy a hacé caso a mi novio y me voy a quitá to la grasa de encima que la vida es mu corta.
- Sí tu quítate la grasa y también vete por tu camino que mira la que has liao con tanto meterte por donde no debes
-Tienes razón, anda vamos a seguir conectando que llevamos dos millonésimas de segundo con la conversación y tenemos que seguir transmitiendo los mensajes que si no, este tío de hoy no pasa.

martes, 15 de marzo de 2011

EL HOMBRE Y LA HIEDRA

Creo que en mis últimos escritos se ha notado que la atmósfera estaba... gris y espesa.
Hace muchos días que no sale el sol y aunque se que todo está dentro de nosotros: la alegría, la tristeza, al esperanza, el desasosiego, los celos, la ternura, el optimismo y la nostalgia, a pesar de que, concienzudamente sé, que todo está dentro de uno mismo, da la casualidad de que no me interesaba la razón para nada estos días o más bien, la razón no era capaz de imponerse al gris opaco, y es que, amigos y amigas, el sol, ese que nos llena de energía aunque no esté tan presente, se está haciendo de rogar en este, ya avanzado, mes de marzo. ¿Y no era que en febrero busca la sombra el perro? pues desde luego no he visto yo a muchos canes refugiados bajo los árboles, más bien los he visto correr sin descanso por la explanada que queda frente a mi balcón. ¿Y no era que, marzo ventoso y abril lluvioso? pues no quiero ni pensar que el refranito de marras sólo se vaya a cumplir para abril porque entonces nos va a crecer la hiedra en los tobillos, subirá trepando por nuestras piernas y nos convertirá en los humanos más bellos y espectaculares jamás vistos. ¡Qué se quiten del medio las famélicas modelos de la pasarela Cibeles! ¡Qué Armani deje de diseñar trajes! ¡Qué el color verde se reinvente! ¡Qué se descubra una nueva simbiosis! que la hiedra nos de la ternura que sólo tienen los seres que se enredan en otros, envolviéndolos, acogiéndolos, entregándoles su amor incondicional y su dedicación, dándole su sombra durante el estío, cubriendo su cuerpo aterido de frío en la estación nival ¿Y qué podremos darle nosotros a la hiedra? La savia del cuerpo que ama para alimentarla, la piel donde anclarse para no perder el refugio en el otoño, la vida en minúsculas gotas propiciada por los gametos que se fusionan. ¿Acaso no acabo de componer un símil de lo que es la vida que gira alrededor de la persona que amas? ¿acaso no es que los día por muy nublados que estén, siempre acaban sacando el sentimiento que llevo dentro?
Ser la hiedra, eso quiero, ser la hiedra.

lunes, 7 de marzo de 2011

ALGUIEN SABE DECIRME

Que alguien me diga porqué a veces los días se eternizan, se suspenden de la atmósfera húmeda, irrespirable y no avanzan.
Que alguien me diga porqué todo se detiene y permanece inmutable a pesar de que la luz y la oscuridad se suceden.
Que alguien me diga porqué aunque me asome a la ventana mil veces, otras mil encuentro tedioso e inamovible el paisaje, aunque minutos antes haya escuchado el alegre griterío de los niños en el parque y más tarde el ladrido de los perros que dislocados emprenden una carrera inacabable de un lado a otro del cuadrilátero que les sirve de expansión en la tarde.
Que alguien me diga porqué a veces, en mi interior no hay hambre, ni sed, ni surgen los sueños aunque todos los días cocino y como, aunque las botellas de agua se agotan, aunque cuando me despierto hay una frase en mi boca que no acaba de salir y juega con las palabras: hoy he soñado que...
Que alguien me diga porqué a ratos, los días giran en torno al mismo pensamiento, que me absorbe, que me llena, que me impide tener otros, que me aparta de los amigos, que me dificulta la conversación, que estrangula mi garganta y pone una sonrisa invertida en mis ojos.
Que alguien me diga porqué esos días tengo la sensación, de ser tonta e inmadura, de no valer lo suficiente, de ser culpable aunque no haya culpas.
Qué alguien me diga porqué paseo de un lado a otro de la casa como si al moverme pudiera mover el universo, agitarlo, provocarlo para que me de una respuesta, para que me envíe una señal pero... ¿sólo hallaré la señal de Jonás? Me paro entonces, en seco, me siento e intento apaciguar el alma y la mente, que mi corazón vuelva a latir tranquilo, que la culpa se vaya y que los perros ladren y se junten con los niños en su mundo de movimiento.
Que alguien me diga porqué, llegado este punto en el que me doy cuenta de que no puedo controlar todo, de una forma casi natural y sin aspavientos, recupero la posición y la dignidad de mujer transitoriamente enajenada y sentándome delante del ordenador tecleo una historia, una opinión, un relato, un cuento... hoy, un sentimiento, mejor dicho, una sensación basada en... basada en NADA basada en ... ¡qué alguien me diga en qué se basa! porque yo, por muy tranquila que esté ahora tecleando sensaciones, no acierto a comprender, que me sacó de la paz más absoluta y que me devolvió a ella después de haberme sacudido en un momento en que todo estaba quieto e inmutable. ¿Será que hay que establecer un equilibrio y cuando nada se mueve ahí fuera hemos de ser zarandeados para compensar? Que alguien, si sabe, me diga el porqué.

miércoles, 2 de marzo de 2011

EN CUERPO Y ALMA

Caminaba por la calle ajena a lo que sucedía, de pronto alguien dio un grito que me sacó de mis pensamientos, me fijé bien en quién había hecho semejante ruido y vi que era una mujer vieja en el sentido amplio de la palabra, de edad , de aspecto, de huesos y de indumentaria. No era la primera vez que la veía por la calle. Arrastraba cada día un carrito de supermercado que abultaba muchísimo más que ella y que ya era de su propiedad, en su interior había paquetes de colores que contenían chucherías para el niño, la niña y para todo aquel que tuviese a bien degustar gusanitos , piruletas, caramelos o chicles al pasar por la esquina céntrica donde solía colocarse. Siempre me cabía la duda de si toda aquella mercancía no habría rebasado con creces la fecha de caducidad y sería de la misma edad de su cabello, opaco y blanquecino. Cuando miré hacia el lugar preguntándome qué habría sucedido lo primero que vi fue una zapatilla que sobrevolaba la calle y venía a caer justo delante del vehículo que parecía ser el causante de la algarabía, la anciana estaba sentada en la acera rodeada de viandantes dispuestos a su alrededor que le hacían una y otra vez la misma pregunta sobre su estado. Ella negaba con calma en su gesto tranquilizándolos mientras ellos la sermoneaban con compasión en su voz. El carrito estaba volcado en plena calle y la circulación se había detenido hasta el punto de tener que venir la policía, no sólo para levantar un atestado del suceso sino para dirigir el tráfico allí donde la avenida se había convertido en cuestión de segundos en un punto negro en la mañana. Mientras la señora recibía las atenciones pertinentes, los caramelos aparecían aplastados sobre el asfalto y en el carrito una de las ruedas seguía girando mientras otra aparecía doblada hacia dentro dejando inutilizado así el medio de transporte.
No se por qué pero al igual que minutos antes caminaba enajenada, sin enterarme prácticamente de lo que ocurría a mi alrededor, ahora, mis cinco sentidos estaban puestos en el suceso y lejos de estar detenida o absorta en la contemplación de la escena, me veía a mi misma como si hubiese abandonado mi cuerpo y pudiera estar en muchas partes, no sólo como observadora sino también sintiendo lo que ocurría en el interior de las personas que allí se encontraban.
La anciana no había sufrido ningún daño, decían, pero en realidad yo veía que estaba sangrando por dentro. Trataba de decírselo a la doctora de urgencias pero ella no parecía verme a mí, le tiraba de la manga, pero tampoco me sentía. Ella, la doctora estaba pensando en la discusión que había tenido con su pareja antes de salir por la mañana de casa, yo podía escuchar claramente las palabras que se repetían dentro de ella y que le llenaban la mirada de sal. Corrí hacia un enfermero, me puse delante de él, sin embargo, pareció no verme y se dio media vuelta para cerrar las puertas de la ambulancia y seguir su recorrido. En cuanto pasen unos minutos y esta mujer se incorpore, no vamos, pensaba. Y yo, seguía de cerca su pensamiento, temiendo que no esperase lo suficiente.
Uno de los policías que aparecía serio y circunspecto estaba deseando terminar con todo aquello y tener tiempo para contarles a sus compañeros una anécdota graciosa relacionada con el sexo que había escuchado en la radio cuando se dirigía al lugar de los hechos. Según vi en el rostro de los otros dos, éste ya les había adelantado algo por lo que esperaban con curiosidad el momento en el que se produjese esta confidencia. Quise hablar con las personas que rodearon desde el principio a la mujer, Dolores, acertó a decir que se llamaba, pero estaban allí porque no tenían mejor cosa que hacer ese día, sólo un señor se había quedado por socorrerla realmente y no porque estuviera aburrido de pasear en ese día que amaneció nublado y que cada vez se estaba poniendo más negro o debería decir, rojo turbio.
De pronto Dolores me miró, se fijó en mi y yo en ella y nos comprendimos enseguida, toqué mi pelo que era castaño y brillante y ella se llevó la mano al suyo. Pasé mi mano por el rostro que empezaban a tener unas pequeñas arrugas alrededor de los ojos, ella frotó los suyos empequeñecidos por el tiempo. Miró mi vestido y pareció asentir sonriente, como si lo reconociera. Yo miré sus piernas que salían de debajo de la falda manchada por el polvo de la carretera y aunque no pareciera lo más adecuado pensé: debió ser una mujer valiosa en su juventud. Me pareció que en ese momento todos me escuchaban porque todas las miradas se volvieron hacia ella, pero no fue ese el motivo, lo supe cuando vi que un hilito de sangre salía de su oído izquierdo, fue entonces cuando a la doctora se le evaporó la sal de las ojeras y cuando el enfermero abrió de nuevo la puerta de la ambulancia, cuando las viandantes aburridos empezaron a dar diversas y disparatadas opiniones sobre el hecho, cuando los policías despejaron la zona y la sonrisa cómplice desapareció de sus labios y de sus ojos.
Una chica de aspecto insalubre que había aprovechado la oportunidad aprovisionándose con algo de la mercancía dulce que transportaba Dolores, se percató de que en el suelo había una pequeño monedero, lo abrió sigilosamente para que nadie se diera cuenta de su acción, se quedó con un billete de veinte euros y el cambio y dejó volar algunos papeles como si tal cosa: un cupón de viernes, la estampa del Cristo del Gran Poder y una foto que quedó boca abajo en el acerado, estaba fechada en mil novecientos cuarenta y ocho. Una ráfaga de viento helado, demasiado helado para ser primavera, elevó la fotografía recorriendo ésta un gran espacio en poco tiempo y yendo a parar a los pies de la doctora, ella la cogió con curiosidad y le dio la vuelta, busqué entonces la mirada de Dolores que seguía absorta en la contemplación de mi vestido con flores ocres y moradas, el mismo vestido con el que posó en la foto que ahora observaba con atención la doctora, después de esto, ella con sus ropajes negros y yo con los míos floridos, cerramos los ojos a la vida en un último aliento sincrónico y tranquilo.

martes, 1 de marzo de 2011

JUGANDO A COMBINAR ESTADOS DE ÁNIMO

Vaya hoy este poema que compusimos a destiempo y en la distancia mi gran amigo Manuel Martínez, poeta asturiano y esta mujer de pseudónimo Cora que quiere, con él, enviar una sonrisa que atraviese Despeñaperros. El título aún está por poner ¿quién se atreve?
Soñando estoy frente al mar
¡ De qué otra forma podía ser!
mundos que no pueden ser,
mundos imaginados,
y las olas al romper ,
hacen retroceder colosos acantilados.
Con su voz tornasolada, en consonante algarada,
me confirman sin querer, que podría proponer,
que sólo es cierto: la "nada", pero prefiero decir,
que muy incierta es la vida, que se vive sin sentir.
fotografía: Acantilado de Llames. Asturias