Traduciendo los sentimientos

martes, 29 de enero de 2013

NO SOY AMANDA

Una tarde como esta, de invierno y soleada, iría a buscarte a la fábrica, como Amanda.
No hace falta la lluvia en el pelo, ni que la calle esté mojada para sentir amor.
Bien es cierto que la vida, cuando me besas, es eterna y son cinco minutos, pero sólo a veces porque en su mayor parte, todos los cinco minutos son banales y se van como el agua entre los dedos, sin sentirlo y sin poder detenerlo quedando como testigo de su huida, la humedad sobre la piel.
Haré un hueco amplio entre mis manos pequeñas, amplio y sin resquicios para guardar todo el agua de la lluvia que hoy no cae. Atesoraré mientras tanto en mi mente, cada palabra y almacenaré en mi corazón cada caricia, recreándome en su sonido y en su aroma de galleta dulce. Buscaré el espacio donde amarnos y, ovillada y en silencio esperaré que con tu regreso se sucedan como un eco, los cinco minutos de la eternidad.

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