Traduciendo los sentimientos

domingo, 27 de enero de 2013

DE VUELTA

En invierno ya se sabe. Los virus van y viene a su antojo. Qué pena que no se vayan a Suiza con las cuentas de algunos o mejor aún, metidos en sus maletas.
En esta ocasión y por suerte, el virus, los virus, la basura en general, llegó hasta este medio y me dejó, bueno, no diré incomunicada que sonaría dramático.
A cambio, cogí la pluma que me echó el rey mago y me puse a escribir en un bonito cuaderno de pastas llenas de naturaleza, dejada por otro rey, en el interior de de mis zapatillas
Oh, escribir en ese cuaderno sacó de mi una parte que no suele salir aquí. Tal vez por pudor, tal vez porque el teclado es más frío y la pantalla... bueno, no es lo mismo el papel. Tocarlo, pasar las hojas, llegar al final de una y estrenar la siguiente.
De cualquier modo me gusta estar aquí y por eso he vuelto, también volví hoy a mi playa, mi mar serena.
Después de varios días de vendaval, de virus y de vendaval. Después de varios días de tempestad externa, volví a contemplar el impacto de las olas sobre la arena. Las oquedades producidas por el ir y venir continuo del agua sobre las rocas. El suave movimiento de las palmeras bajo la brisa de invierno. El colorido de las bougainvilleas en el mercadillo viajero. El latir de los gorriones a la búsqueda de unas migajas y el sol en el rostro del que acaricia y besa mi pelo.
Mientras, entre receso y receso invernal, pueda sentir que la luz del sol envuelve y agita mis moléculas, podré seguir repartiendo palabras y besos. 

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