Traduciendo los sentimientos

martes, 23 de julio de 2013

QUÉ TARDE

¡Qué tarde de calor!
Sobre los cristales está posado el sol como una araña, incluso ha tejido una tela que se extiende sobre mis ojos y me impide ver con nitidez.
Estoy esperando que un coche rojo llegue hasta mi puerta. Pasa el tiempo y la impaciencia me devora.
Ahí se escucha el ruido de un motor...ah no, no es él. Parece que es el de la dueña de la mercería. Grande, ostentoso.
Lo de los coches es como lo de los perros, dicen de ti qué piensas y cómo vives.
No tengo perro y aunque tengo coche espero al rojo, al de color cereza porque me muestra el mar, inmenso y transparente, colmado de posidonias y de peces alunarados.
Ya llega. Voy a ponerme los tacones y a pintarme los labios del color de la risa que me sale del corazón.

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