
La mente quería sobrepasar los límites de la realidad pero el cuerpo humano le recordaba quien era. El corazón quería latir a la velocidad del rayo pero el cuerpo humano le acotaba el sendero. Cada vez que la mente y el corazón, cómplices y eufóricos, se creían invencibles y casi sobrenaturales, el cuerpo hablaba y con sus sonidos provocaba dolor. La realidad es que el cuerpo humano utilizaba ese arma como mecanismo de defensa para recordar al hombre que ante todo y sobre todo era humano y, por tanto, limitado.
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