Traduciendo los sentimientos

sábado, 28 de mayo de 2011

LATIENDO DENTRO DE UN HUEVO

De un agujerito minúsculo horadado en el extremo de la delicada seda amarilla, salió con las alas replegadas alrededor de su cuerpo, la más tardía en su desarrollo. Aleteaba con fuerza inusitada, como si quisiera escapar a su destino, buscando el contacto con una compañera a quién contar la experiencia de la transformación. Se acercó a unas y otras pero todas estaban empleadas en la faena de la procreación y ella, al cabo de un rato, exhausta en su pertinaz movimiento de vida, se arrinconó y pareció, momentáneamente, aceptar su suerte. Más tarde su quietud se hizo apacible o eso me pareció a mi, al estar unida a otro ser. Por alguna extraña razón me sentí feliz al contemplar el espectáculo, quizá porque lo llevé a mi terreno y sentí de una manera especial la felicidad que otorga el compartir los momentos en pareja. Respetuosamente me alejé, para no perturbar la placidez del momento.
Algunas, las nacidas en primer lugar, empiezan a abandonar la vida en pro de la nueva que vibra en el interior de los huevos que, minuciosa y abundantemente, han dejado sobre las paredes de su habitáculo, sin descanso, sin alimento. Nacieron para tener un intenso y breve contacto entre ellas y dejar luego la vida encapsulada para poder morir satisfechas de haber cumplido el primero y mayor objetivo de sus vidas, la perpetuación de su especie.

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