Traduciendo los sentimientos

jueves, 20 de febrero de 2014

INVERTEBRADO Y FILÓSOFO

El caracol miró el reloj, desafiándolo. El reloj hizo girar sus agujas vertiginosamente con la excusa de que se estaba ajustando al tiempo.
El caracol, sin perder la calma se arrastró dejando un hilo de baba brillante y pegajosa como testimonio de su paso por la tierra, luego de un salto impensable para un molusco, arrancó de cuajo sus manecillas.
-¿Qué harás con ellas? le dijo una chica que pasaba por allí y había contemplado el espectáculo con asombro.
Las utilizaré como flechas contra ese reloj que se empeña en recordar que existe el tiempo.
- Ah ¿pero es que no existe? dijo la chica incrédula.
-¿Es que no has aprendido nada en tus años de estudiante? le dijo el caracol con cierta acidez en sus palabras.
-Aprendí que tú eres un molusco que arrastra su estómago. Un invertebrado, poca cosa.
Se lo dijo con despecho, como venganza por haberla llamado, indirectamente, ignorante.
Seré un molusco y por ende un invertebrado pero ambos hemos recorrido el camino de la evolución así que algo en común tendremos y te diré que saliendo de este Universo, el tiempo es como la gomilla que sujeta tu pelo, elástico. Fuera de este Universo en el que yo soy un invertebrado y tú una engreída, el tiempo no es, no sucede, no existe, así que me vas a perdonar pero tengo algo que hacer.
Tensando sus tentáculos como si de un arco se tratará, disparó las manecillas al aire, primero la pequeña y luego la grande.
-Ahora son las tres en punto- dijo la chica riendo, hora de comer.




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